La cabra fue uno de los primeros animales en
ser domesticado (si es que la cabra ha sido alguna vez "doméstica"). De
esto hace 9000 años. La palabra cabra está emparentada con la palabra
capricho (cabra, capra, capricho). Tienen gran memoria selectiva, y son
capaces de recorrer grandes distancias para alcanzar aquella higuera de
higos dulces, o aquel roble que es primero en dejar caer sus bellotas.
Porque la cabra es caprichosa, tiene un paladar exquisito, y aunque come
casi cualquier materia vegetal, se pirra por unos buenos higos, o por
las bellotas más tempranas. Para ser pastor de cabras hace falta
paciencia, cariño y un perfecto conocimiento del animal y sus
costumbres. Las cabras, listas como ellas solas, saben que algún día el
pastor olvidará el portillo abierto, o cerrará mal la puerta de la borda
donde guarda el pienso, la cabra sabe que algún día ocurrirá, y ese día
ella estará preparada. Porque la cabra conoce al pastor mucho mejor que
el pastor a la cabra. A las cabras hay que dejarlas ser lo que son, y
si están felices, son increíblemente simpáticas y juguetonas.
Caprichosas, campechanas, inteligentes y despiertas, vivarachas,
sibaritas y traviesas, devuelven con creces el cariño con el que son
tratadas, necesitan espacio para vivir y para correr, necesitan estar
rodeadas de una gran familia; cuando veas a una cabra que mueve la cola
es que está feliz, como los perros. Y están felices cuando "están como
una cabra". Y a mi... ¡Me gusta estar como una cabra!
Juan Goñi
0 comentarios:
Publicar un comentario