Seguramente no hay descubrimientos y teorías que cambien tan radicalmente la forma de pensar de la Humanidad que aquellas que tienen que ver con las eternas preguntas han machacado nuestra mente desde que somos “Homo Sapiens”: ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Qué sentido tiene la Vida? No hay más que acordarse de Darwin y su Teoría de la Evolución, o de Copérnico, por poner sólo dos ejemplos. Las implicaciones filosóficas, éticas, morales e incluso religiosas que han tenido estos avances han sido enormes.
En noviembre del año pasado murió Lynn Margulis, seguramente la bióloga más importante del siglo XX. Quizá no la conozcas, y hoy me gustaría hablarte un poco de ella y de sus descubrimientos. Inconcebiblemente esta señora no recibió el Premio Nobel; no quiero creer que este desgraciado “olvido” se deba a que era precisamente una señora, y no un señor, o, peor todavía, a que se consideró que la Humanidad no está preparada para asumir las implicaciones que sus teorías tienen para nuestra forma de ver la Vida y la Tierra. Y, ¿cuáles fueron sus descubrimientos, esos que para mi cambian radicalmente la forma de entender el Mundo?
La célula es la que forma todos los organismos vivos de la Tierra. Hay fundamentalmente dos tipos de células, las eucariotas y las procariotas. Las procariotas no tienen un núcleo definido, las eucariotas sí que lo tienen, ellas forman todos los organismos multicelulares que conocemos; tú y yo no somos otra cosa que 60 billones de células eucariotas fantásticamente organizadas. Darwin y su teoría (tampoco sus seguidores) no pudieron nunca explicar cómo fue el salto entre las células procariotas y las eucariotas, no hay rastro de eslabones intermedios, ni se explicó nunca este salto en base a mutaciones genéticas. Lynn Margulis descubrió que las células eucariotas no son otra cosa que células procariotas que se unieron en simbiosis (colaboración). Y para demostrarlo se basó fundamentalmente en dos orgánulos celulares muy concretos, las mitocondrias y los cloroplastos. Lynn demostró que estos orgánulos fueron en su momento bacterias independientes, bacterias procariotas unidas para crear una bacteria eucariota. Dicho de otra manera, tus células se formaron en base a la colaboración entre bacterias, que se unieron para crear un organismo mejor adaptado al entorno. La palabra clave del asunto es “colaboración”, o si prefieres, simbiosis. Así pues, según Margulis, el motor de la Evolución no son las mutaciones aleatorias del ADN, que dan como resultado algunos organismos mejor adaptados al medio, sino que lo que impulsa a la Vida en su Evolución es la COLABORACIÓN entre organismos diferentes, colaboración que llega a ser integración. “El pez grande se come al chico, esa es la Ley de la Selva” nos dijeron; pero la realidad es que el pez grande y el chico colaboran para un futuro mejor para ambos, llegando incluso a unirse, a unir su ADN, para mejorar las posibilidades de supervivencia de sus descendientes.
Este Mundo es el Mundo de las bacterias. Llevan aquí dos mil millones de años, y durante ese tiempo han estado probando multitud de formas de vivir. La forma de vida que más lejos les ha llevado es la basada en la colaboración, la cooperación, y no la depredación y el exterminio. Y nosotros no somos otra cosa que un vehículo del que las bacterias se valen para saltar en el tiempo, no somos otra cosa que 60 billones de bacterias en simbiosis perfecta en la búsqueda de la permanencia de la Vida durante los siguientes dos mil millones de años. Y por eso los Humanos somos fundamentalmente empáticos con la Vida, como el resto de seres que pueblan La Tierra. Contrariamente a lo que muchos predican, las teorías neoliberales económicas y sociales no son fruto de la ley natural, sino son contrarias a ella. La Ley Natural es la Ley de la cooperación, nunca de la competencia. La cooperación en pos de un Planeta mejor para sustentar la Vida, todo tipo de Vida. Y ahí las teorías de Margulis entroncan con la Teoría Gaia, con la que Margulis colaboró estrechamente. Pero ese es otro tema, que si te parece, dejaremos para otro día.
Juan Goñi
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