Un amanecer de amor.

Amanecer de amor 
desde las alturas de Legasa (Bertizarana, Navarra-Nafarroa).




Hoy ha amanecido el día como bañado en leche. Una niebla blanca lo inunda todo, una niebla que viene desde la noche, como un sortilegio nocturno que aún perdura en la tenue claridad de las primeras luces de la mañana. Acarician las nubes el suelo, los montes y los bosques; acaricia esta láctea claridad mi alma dormilona, que se deja contagiar por el hechizo.

Me interno por la arboleda con las primeras luces de este blanco amanecer, en el silencio apenas roto por la sempiterna cantinela del riachuelo cercano. Hoy mis aves están calladas, y yo también. Los retazos de niebla recorren el bosque taciturno y quieto, como pinceladas equivocadas y torpes de un niño que pinta fantasmas. Ahora aquí, ahora allí, la lechosa claridad avanza por caminos inconexos, con la sabiduría del que nada sabe, con la sencillez abrumadora del caos más absoluto; el Mundo ignora cuál es su siguiente paso, su destino o su meta en esta mañana sin viento y sin tiempo.

Oigo el silbido del mirlo tras esa blanca claridad que promete transparencias que ahora no existen. Aquieto mis pasos, escucho con atención en el silencio aparente del bosque, me parece oír el roce de las nubes en las hojas de los árboles como una caricia tierna de afecto y amor. ¿Qué se dicen el bosque y la nube mientras se aman? ¿Qué palabras desconocidas se susurran entre los troncos verdes de musgos? Quizá la niebla le narra la historia eterna del océano infinito donde nació. Quizá las hojas de los árboles musitan palabras de amor mientras saborean cada molécula de agua, mientras ingieren despacio el objeto de su amor, un amor caníbal en la que los amantes se besan mientras se unifican. La bruma se hace bosque mientras lo ama, el bosque se hace niebla y se desdibuja entre la blanca claridad de la mañana. Invitado de piedra, mirón silencioso de este coito desdibujado, permanezco quieto y en silencio.

El sol se cuela por entre la arboleda y amanece de repente. Se viste el bosque apresurado de colores mil y de sonidos. Se despide la niebla con un beso del bosque azorado e inquieto, y yo me pierdo en silencio entre las primeras luces del alba, tímido testigo cauteloso de los amores secretos de mi bosque.

Juan Goñi

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