Flores de cerezo.
Este fin de semana se han
confundido los copos de nieve con los pétalos de las flores de los cerezos.
Volando por el viento, sin aparente destino, prodigios blancos que engalanan la
transparencia ante mis ojos. Blanca
nieve bajo los árboles blancos de flores.
Hay al lado de mi casa un gran
cerezo. Tiene más de quince metros de altura. Estos días deja escapar los
pétalos de sus flores y su vestido blanco se va tornando verde conforme sus
hojas amanecen a la vida por entre sus ramas. Sus mil brazos al cielo son el
hogar de una pareja de jilgueros que pese al frio amenizan mis mañanas de mi
abril.
Hay al lado de mi casa un prado
verde y amplio. Estos días se mezclan los colores de mil flores que ahora lo
adornan. Destaca el amarillo explosivo de los dientes de león, que se ha
convertido en el portavoz de una primavera que aún no ha llegado al cielo.
Meacamas o pishacamas es como se le llama por aquí, debido probablemente a sus
conocidas propiedades diuréticas; Taraxacum officinale es como se le conoce
científicamente, nombre que podría derivar de Taraxos (enermedad) y akos
(remedio) además de “oficina”, es decir, farmacia. Planta con innumerables propiedades curativas, ha sido (y todavía lo
es) consumida como remedio depurativo del organismo. Me pregunto si esta marea
amarilla que hoy cubre los prados no indicará un proceso depurativo del propio
suelo, una manera de afrontar la primavera.
Diente de león - Taraxacum officinale - Pishacamas.
Los niños saben bien de la magia que esta flor
desprende. ¿Quién, de niño, no ha
soplado sus semillas y viéndolas volar ha susurrado un deseo? Los mayores
dejamos estos conocimientos en el arcén del tiempo. Olvidamos y por eso no
comprendemos. A mí todavía me gusta soplar “brujas”, que es como aquí llamamos
a estos globos blancos, y ver sus más de cinco mil semillas volando sin destino
mientras recito aquello que una mañana como esta me enseñó mi abuela: “panadero,
panadero, tráeme buena suerte”.
Es incompresible el caos del viaje sin destino
de los prodigios naturales. Nada en la Naturaleza parece tener un objetivo. Y
en cambio, si consigues sacar tu alma de ti mismo, si consigues colocar tu
espíritu en el paisaje, de pronto todo parece recobrar el sentido.
Revuela mi vida y la tuya por el tiempo, sin destino
aparente. Somos copos de nieve, somos pétalos de flores que caen, somos
semillas que vuelan. Apenas nada más. Un suspiro en la inmensidad de un
Universo incomprensible. Y en cambio está en nuestro destino ser portavoces de
la Primavera. Solo si recuperamos la magia de soplar una “bruja” mientras
pedimos un deseo, solo si comprendemos que todo es tan sencillo como eso. Tan
sencillo...
Juan Goñi
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