Lirios
En sus ratos libres, la primavera, aún casi semilla, teje
lirios amarillos. Aún no sabe cómo nacer del todo, aún no sabe respirar por sí
sola, aún va de la mano de sus papás cuando pasea por la campiña. Bosteza y se
despereza, y escribe su nombre blanco en los árboles más valientes.
La primavera tropieza en el hayedo y el robledal, y entonces
reclama que la cojan en brazos. Su papá invierno la consuela y le enseña a
descansar; su mamá otoño le acuna y le da calor. Las aves susurran nanas
dormilonas, y entonces la primavera se acurruca y se duerme al sol.
La primavera se despierta cada día más fuerte, y se estira
hasta las ramas del cerezo. Sus días se alargan entre caídas y resbalones,
entre tímidas carreras y saltos desconfiados. Acaricia los prados con las
flores del diente de león y gatea de aquí para allí, a veces desconcertada, a
veces intrépida.
La primavera es una niña mimada, demasiado consentida. Con
sus trenzas rubias ilumina las tardes de estos días, y la cara de las gentes, y
los canturreos de los pájaros. Sus ojos azules van y vuelven, pintan de verde
las majadas, colorean de amor a los gatos y dibujan los perfiles del mundo en
cada vistazo. Y cuando se cansa, la primavera entorna la mirada y se acuesta en
el regazo de su cansada mamá. El otoño la amamanta y el invierno la purifica, y
ella dormita soñando con crecer.
La primavera apunta maneras desde pequeñita. Se sabe guapa y
se mira en el rio recrecido. Tañe las cuerdas de su guitarra, aún torpe, en los
amaneceres fríos. Tararea sus primeras canciones y llora desconsolada de vez en
cuando. Aún no sabe bien a qué ha venido.
Ayer la primavera merendaba pan con chocolate entre los demás
niños del colegio, y ellos jugaban al balón, tiraban piedras a los ríos y se
perseguían entre sí. Me senté al lado de papá invierno a verlos retozar:
.- Está preciosa tu hijita – Le dije.
.- Sí que lo está – Me dijo él, apagándose a cada instante.
Juan Goñi
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