Se empeñó en sacar la cabeza por encima del tejado neblinoso. Harto de imágenes grises, harto de tristezas y desgracias, saturado del ambiente claustrofóbico y opresivo de una Sociedad enferma de egoísmo, moribunda de ignorancia, rendida al pesimismo, una Sociedad aplastada bajo la bota de dineros y bancos. Le llamaron loco, le desearon la caída y el desengaño: "Ya verás, cuando caigas yo no estaré ahí para recogerte". Mil veces pudieron con él las amenazas, mil veces agachó la cabeza de nuevo, mil veces le venció el miedo acusador y cobarde. Pero aquella mañana ya no pudo más, se desnudó de terrores y vergüenzas, estiró su cuerpo entero y se asomó al Sol y al Cielo. Y más allá de la niebla opaca y muerta, vislumbró un mundo en verde y azul, un mundo luminoso de esperanzas liberadoras. Y desde allí, en su soledad incomprendida, sigue entendiendo que nunca debió dejarse vencer por los recelos pazguatos y necios de vecinos y periódicos. Y allí sigue, con la frente al viento, con los ojos colmados de horizontes, con el corazón injertado en su pecho, al lado del árbol vital de sus pulmones, de donde nunca debió salir.
Saca la cabeza del rebaño, amigo, ahí no hay más que la triste esperanza de una sucia derrota vacía. Con tu corazón en su sitio, con la mirada alta, con el pecho henchido de futuros y horizontes, con el alma atestada de Belleza; allí arriba, y no en otro sitio, te espera la Vida.
Saca la cabeza del rebaño, amigo, ahí no hay más que la triste esperanza de una sucia derrota vacía. Con tu corazón en su sitio, con la mirada alta, con el pecho henchido de futuros y horizontes, con el alma atestada de Belleza; allí arriba, y no en otro sitio, te espera la Vida.
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