El mito, la bolita de plumas y su larga cola.


Revuela inquieto entre las ramas, se cuelga boca abajo como un trapecista entre las hojas, buscando insectos invisibles, orugas y arañitas, y en fechas como estas elabora uno de los nidos más elaborados de entre las aves forestales. Es el pequeño mito (Aegithalos caudatus), buztanluzea (cola larga) en euskera. Le gusta vivir en los bosques a este pequeñajo simpático y escaso, aunque también frecuenta campiñas abiertas, siempre que dispongan de suficientes bosquetes diseminados. Nunca se posa en el suelo, parece alérgico a él, le gusta ver el mundo desde arriba para no perderse detalle. En invierno forma grupos familiares de entre 5 y 11 ejemplares y juntos recorren el bosque en busca de su sustento, llamándose mutuamente con rus suave reclamo para no perder nunca contacto entre ellos. Ya desde enero andan los mitos en parejas, buscando un lugar adecuado donde colocar su nido espectacular. Empiezan la construcción del nido con una base redondeada a modo de cuenco, la cual van ampliando desde dentro hasta formar una bolita de musgos y líquenes, que finalmente rellenan con infinidad de plumas de todo tipo que buscan denodadamente por los alrededores. Una puertecita un poquito ladeada y orientada al este o al sudeste, y el nido está terminado. Sus puestas son de alrededor de 8 o 9 huevos. Durante la incubación, que mayoritariamente realiza la hembra, el macho duerme también en la cavidad del nido y se encarga de la alimentación de la hembra y también de la de los pollitos, sobre todo en los primeros días. 

Las copiosas lluvias de abril han retrasado las puestas de los mitos, y en estos días empezamos a tener huevos en la mayoría de los nidos de mis amigos los mitos. Estos pajarillos parecen no temer a los humanos y se dejan observar con relativa facilidad, aunque ahora, durante la época de cría son especialmente tímidos y esquivos. Allí los dejo, entre las ramas del espino, dando los últimos retoques a su magnífica obra de arquitectura, llamándose cariñosamente con sus trinos: “tsirrr, tsirrr…” Esta será, voy cavilando mientras me alejo, su bonita forma de decir “¡Te quiero!” en estos primeros días de mayo, en los que el bosque entero se rinde definitivamente al amor. El sentido de la Vida, si es que tiene algún sentido, no es otro que el de la perpetuación de la propia Vida, y por tanto, el sentido de la Vida es el amor a la Vida. No hay que buscar mucho más allí. Por ello vivir sin admirar la Vida es vivir en vano, sin saber porqué. Disfrutar acabando con la Vida de lo que nos rodea, amamanta y cobija es vivir en un contrasentido, en la más absoluta contradicción que quepa imaginar.

La foto es de mi amigo Oscar Guindano, con el que comparto sensibilidades y cariños, afectos y devociones por todas las manifestaciones vitales que nos rodean y amparan. Os recomiendo poderosamente su blog, en el cual deja traslucir aquello tan bonito que alberga su alma, aquello que nos confirma como vivo entre lo vivo: la admiración por la Vida y por toda su estremecedora diversidad. 

"Conocer para respetar, 
respetar para amar, 
amar para defender."

Juan Goñi

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