Prespectiva. Foto de Cesc Jurado.
El invierno es adusto y firme,
como una estatua de mármol, duro, imperturbable, inmisericorde, inconmovible,
inflexible. Desde su pedestal de hielo todo lo ve y todo lo oye. Clava sus ojos
grises en tu examen, mira más allá de tus pupilas, te interroga en su silencio,
y calla. Es momento del fin, es la muerte como un punto y aparte. El frio corta
la respiración y rasga la emoción desde sus oscuros presagios; oculta su alma
tras la sábana blanca de las nieblas que todo lo esconden, llora su soledad
entre la lluvia impenitente y teme a un futuro que te acecha. Todo queda
paralizado bajo la mirada de este viejo sabio y cruel, una mirada de grises
oscuros amarrada en una tez ajada, sin expresión; cabellos blancos de nieve; manos
de agua y de hielo; soplos helados que vienen del norte.
El invierno todo lo sabe porque
todo lo fue. Ya no le quedan excusas ni sueños, y por eso se muere. Se encorva
su espalda en las noches heladas, se ahoga con cada día, cae en cada recodo,
sucumbe en cada esperanza, agoniza en silencio, hosco y huraño, inmóvil.
Aún le quedan fuerzas, no te
equivoques. Bajo su capa de brumas y de nieves oculta su fuerza aún abrumadora,
esperando el momento de lanzar su cruel zarpazo, esperando tu debilidad o tu
confianza. Morirá matando, en el silencio de su propia vejez solitaria.
Enmarañado en sus propios recuerdos, agazapado y encogido, se hace pequeño y se
enrosca en sí mismo.
El invierno nos resulta
antipático porque pregunta en silencio lo que no debe, porque no nos engaña,
porque nos obliga a refugiarnos en nuestro interior, y ahí, a veces, no se está
muy bien. Nos pone un espejo delante, nos obliga a mirarnos dentro, saca al balcón
del alma la ropa sucia, abre las ventanas y derriba los muros de espíritu; con
el invierno no vale esconder la basura bajo ninguna alfombra.
Y solo después de eso, después de
tirar lo viejo, tras despojarnos de lo inservible de un pasado que no volverá,
estaremos preparados para una primavera sincera y limpia. Ahora toca vaciar el
trastero y limpiar las telarañas de los rincones. Y así, y solo así, llegará un
abril de verdes incólumes, un mayo de días eternos.
El invierno todo lo sabe porque todo lo fue.
La primavera todo lo sueña porque todo lo será.
Juan Goñi
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