El verderón - Txorru arrunta (Carduelis chloris)




El verderón (Carduelis chloris - Txorru arrunta) es un pájaro recio, de cabeza grande y pico poderoso. Desde lejos parece totalmente verde, pero desde cerca son evidentes las manchas amarillentas de su obispillo o de las plumas primarias de sus alas y la parte superior de las rectrices de la cola. Se alimenta de todo tipo de semillas como girasol, alpiste, cáñamo, trigo… también picotea la parte carnosa de muchos frutos. Aunque es un ave fundamentalmente granívora, en primavera complementa su dieta con multitud de insectos con los que también alimenta a su pollada. 

El verderón es un ave a la que le gusta el contacto con los humanos, acercándose a jardines, huertos y plantaciones de frutales, por lo que disfrutar de su observación es relativamente fácil. Aún más si tenemos en cuenta que es una de las aves más frecuentes de nuestros campos, calculándose su población europea entre 10 y 20 millones de ejemplares, de los cuales entre 1,1 y 3,6 millones viven en la Península Ibérica. Según los datos del SACRE (Seguimiento de Aves Comunes Reproductoras de España, censo anual que mide las tendencias poblacionales de las aves más comunes de nuestra avifauna), su tendencia es positiva. 

Se dice que el verderón es una especie parcialmente migradora. Durante el invierno cientos de miles de verderones procedentes de diversos países del centro y norte de Europa (Bélgica, Alemania, Inglaterra, Suiza, etc.) llegan a nuestros campos y jardines, donde se alimentan de semillas, llegando a formar concentraciones importantes junto a los cultivos de girasol, de trigo, de avena, etc., también junto a silos o almacenes de grano. Estos días de mediados de marzo, estos verderones regresan ya hacia sus lugares de reproducción y su paso es muy evidente en los puertos del Pirineo Navarro.

Mientras tanto, los verderones autóctonos ya están cantando fuerte, reclamando territorio y buscando pareja. El macho, siempre a la vista, desde lo alto de un arbusto o de un árbol, entona su canto recio, poco musical, que algunos autores transcriben como un “tsuirr” largo y potente.  Aún tardarán un poco en empezar las puestas, que suelen producirse a mediados de abril e incluso la primera semana de mayo. Mientras tanto, el macho seguirá con su canto territorial, formando parte del paisaje sonoro de las mañanas de primavera los campos y campiñas, en las arboledas abiertas o en los jardines. La hembra irá construyendo un nido en la horquilla de algún árbol, en el siempre verde de algún arbusto o entre las hojas de la hiedra que oculta la pared de un caserío, muchas veces justo un poco más alto de lo que un hombre podría alcanzar con su brazo extendido. 

Así, con pequeños aderezos, la sinfonía de vida de la primavera empieza a convocar a todos los pájaros en los amaneceres de marzo. Desde el pianísimo de enero al tutti de abril, todas las músicas del mundo se dan cita estos días en los que el triunfo del sol en la alborada promete primaveras y resurrecciones.

Y yo callo, escucho, y disfruto anonadado.

Juan Goñi

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