Pisando charcos.



Prados de Oitz, en Malerreka - Navarra
Foto de Felipe Noguera.

Voy pisando charcos que reflejan el cielo gris, mientras el viento me trae los suaves olores de la campiña. Los árboles explotan en silencio, con sus yemas prometiendo verdes sin fin. La atmósfera, recién lavada, impoluta, permite adivinar detalles a lo lejos, permite perderse en la transparencia. Una ligera llovizna me acompaña desde hace rato, sin molestar. No me gusta ponerme la capucha, porque me oculta los sonidos de la Vida, que es lo que vine aquí a buscar. El paraguas tampoco es opción, porque me impide echar mano de los prismáticos, y eso no está en mis planes. Así que dejo que la fina lluvia me empape, como a los prados, como a los árboles, como al suelo y las ovejas, como al Mundo. Quizá hubiera que recordárselo a la gente, la lluvia no hace daño, no hay porque huir de ella, es mejor disfrutarla. La lluvia no va y viene a favor de la corriente, no se deja influir por las modas ni se deja atosigar por el reloj ni el calendario. La lluvia, como el viento, como el mar, es libre, absolutamente libre. Todavía nadie la adivina con certeza, todavía nadie le impone su criterio, aún se puede disfrutar de su eterna gratuidad, de su sonido como un gran himno a la Vida.

El prado se ha llenado de flores en un par de días. Por aquí y por allí, pese a todo, vuelan las mariposas más delicadas que parecen bailar errabundas al son de los cencerros. El gran roble, como un Rey del Mundo, todo lo observa y todo lo calla; todo lo sabe, quizá por eso guarda silencio. El mundo se estremece y la lluvia deja paso a un cielo casi azul. Las nubes se deshacen en jirones grises y poco a poco desaparecen. Sale tímidamente un solecito agradable pero nadie cambia su plácida rutina. El ganado sigue pastando, las aves siguen cantando, y yo sigo caminando sin prisa por este paraíso.

Y le llaman “mal tiempo”. ¡Insólito!

Juan Goñi.

Música para un paseo de primavera.
Anna Maria Jopek & Pat Metheny Live In Warsaw 


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