Tudela verde esmeralda.

Tudela y el Ebro.

Ahora mismo salgo para Irati, la esmeralda verde de Navarra. Pero no sé por qué, me he despertado pensando en Tudela. Otra esmeralda verde en el mapa navarro.

Esos cogollicos, prieticos y deliciosos, esa reina de la verdura que es la borraja, ese cardo de invierno con almendras, o con almejas, o con unos taquicos de jamón…. y ahora esas cerezas que maduran en las riberas de la Mejana, hacen de Tudela y su comarca un verdadero crisol de sabores y colores, un paraíso terrenal para los que nos gusta el buen yantar. Y si todo esto lo riegas con un rosado de Cascante, o de Murchante, por no irse muy lejos, pues ni te cuento.

Esta simpática Tudela, que siempre aparece en mi memoria bajo el griterío de los vencejos, me suele recibir tras mis rutas por Bardenas. Si hay tiempo, me encanta perderme por los aledaños de la Catedral, maravillarme ante la Puerta del Juicio, sobrecogerme en la Capilla de Santa Ana, perderme por las mil calles de la Judería, saborear su ambiente de pueblico ribero. 

Tudela: la «Antiquísima, Nobilísima y Muy Leal Colonia de Tubal, la ciudad de Tudela.», como dice su lema, fue última ciudad peninsular en ser conquistada por Castilla, tan orgullosa ella de ser navarrica. 

Entre sus calles revoltosas nació Bejamín de Tudela, viajero aventurero o Berenguela de Navarra, hija de Sancho VI de Navarra y esposa de Ricardo I de Inglaterra, “Corazón de León”. Y algunos dicen que también Miguel Servet nació aquí… ¡cualquiera sabe! Tantos y tantos personajes históricos, tantos y tantos raticos por sus barrios, tanta y tan buena gente que aquí se recoge y vive.

Pues eso, ya ves. Creo que me lo tendría que hacer mirar. ¿Qué hago yo a estas horas pensando en Tudela? ¿Qué hago soñando con aquel buen rato que pasamos tomando un pote, sentadicos en las terrazas de la Plaza de los Fueros? ¿Por qué se me va la cabeza a las callejas sinuosas de su judería?

Será que tengo ganas de volver…

Siempre que me voy de Tudela y cruzo el rio Ebro sobre el puente romano, me paro un segundo y la miro, tan guapa ella, reflejando su figura en la superficie del río, al fondo, el Moncayo eterno, detrás la Bardena, y en mi corazón un sitico para guardar tanto y tanto tesoro.

Juan Goñi

0 comentarios:

Publicar un comentario