Pausa en la tormenta.

 Pausa tras la lluvia

No ha dejado de llover en varios días. El agua rezuma por los cuatro costados del mundo. Gotean las ramas desnudas de los cerezos, aparecen encharcados los caminos y los prados, rebosan los arroyos y las sendas se convierten en pequeñas torrenteras. El cielo es una amalgama de grises diversos, incomprensibles. Ha llovido despacio, suavemente, como la caricia de una nube; también ha llovido frenéticamente, como con saña; a veces los cielos parecen buscar venganza.

En un instante, casi como un relámpago, aparece el sol tras los nubarrones. Y entonces todo brilla. Brillan los árboles y los senderos, y los prados verdes como nunca, y las tapias que destilan mil gotitas por todos sus resquicios. Hasta aire parece empapado. Se hace el silencio por un segundo, y se oyen las goteras y el fluir de cada pequeño riachuelo. Y en ese momento mil aves deciden cantarle al sol, implorando que no se vaya todavía, que seque, que enjuague, que ilumine y caliente la tierra mojada.

Durará poco, pero este momento es un milagro. Me aferro al él, sacudo el impermeable y me preparo para lo que venga
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Juan Goñi 

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