En el robledal de Jaunsarats - Basaburua - Navarra / Nafarroa
Dicen que ya estamos en otoño.
Otro otoño que retoña, otro florecer hacia dentro se nos viene encima. El ciclo
comienza de nuevo con la inspiración. Inspiración en sus dos principales
acepciones.
El otoño es el momento de
aspirar, de coger aliento para el futuro que llega. El otoño aspira a tanto que
anhela ser primavera y convierte cada una de las infinitas hojas de la arboleda
en flores multicolores. Y después, coge aire, se come a sí mismo, y aguarda. En
el otoño la natura se reconcome las meninges para ser el adagio del mundo que enmudece.
Enmudece primero al observador, que ha de volverse hacia adentro y mirarse de
nuevo, y aspirarse. Y cuando uno se mira dentro primero amarillea sus entrañas,
y deja caer a sus pies los recuerdos de los días más largos. El otoño nos convierte
en detectives de nuestros sentimientos. Si en primavera cantan los paisajes, en
otoño cantan cantautores y recitan poetas. El otoño es la estación del
recuerdo, de las nostalgias, de la íntima introspección. Siempre suspendo la
lección en la lejana primavera, y por eso toca recuperar y examinarse. En estas
fechas el que no mira, el que no observa, el que no huele, acaricia y percibe,
ese está perdido. Hay que proveerse del alimento abundante que en estas fechas se
nos ofrece, alimento para el cuerpo pero sobre todo para el alma. Hay que hacer
acopio de emociones, de sentimientos, de ternuras, de cordiales atardeceres
amarillos, de afectos y delicadezas. Si queremos sobrevivir al futuro tenemos
que alimentar lentamente nuestra esencia con el adagio otoñal, tardío y levemente
decadente, que nos reintegra sin demasiada delicadeza a lo más profundo de nuestras
entrañas.
El otoño es el crisol donde germina
todo, y se vuelve al suelo. Es el inicio del ciclo en el que los alrededores de
nosotros mismos nos empujan a empezarlo todo de nuevo. Y por eso vamos
retirando la savia de nuestro exterior y la retornamos al profundo territorio
de nosotros mismos, más allí de las miradas, más allí de lo evidente. Es tiempo
de forjar nuestros cimientos. El otoño es tiempo de raíces y de principios, es
tiempo de concebir sostenes, razones y orígenes. Porque el otoño, sin duda,
es la fuente de donde manan las causas
de todos y de todo.
Juan Goñi
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