En el fondo del bosque oscuro las hayas todavía dormitan desnudas y apagadas. El silencio profundo, solo rasgado por el martilleo incesante de los pájaros carpinteros y por el rumor del viento entre las ramas retorcidas, se te mete dentro como un mal presagio. La lluvia, fría y cortante, se va y se viene caprichosa. Y yo, contagiado, me dejo llevar por la nostalgia y el temor. El rumor lejano de unas pisadas precipitadas sobre las hojas muertas arrastra a mis ojos a distinguir entre las sombras a un corzo que huye de mi presencia. Y en lo alto de la arboleda un mirlo despide el día con su canto desordenado y armonioso. Pero aquí, en lo más profundo de arboleda, los narcisos ya han despertado, y con su belleza delicada y amarilla, repican la buena nueva: ¡La primavera ha llegado! Es momento de despertar, es momento de amar, vuelve el momento de vivir. Pocas cosas en la Vida son más hermosas y alentadoras que el hayedo florido de marzo, cuando las hayas, todavía dormidas de otoño, permiten que bajo sus pies florezcan prímulas y narcisos, lirios y anémonas. Qué sea propicia tu primavera, amigo, y que las flores sigan creciendo bajo tus pies. No permitas que tus propias hojas apaguen lo que la Naturaleza creó para adornarte.
Juan Goñi
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