Malerreka desde los altos de Urrotz - Navarra.
Foto de Ángel Villalba
El paisaje, siempre el paisaje.
Desde lo más profundo de su alma a lo más profundo de la mía. Sin decir
palabra, sin lugar para un silencio artificial, lleno de susurros de vientos,
lleno de trinos, de campanas lejanas, de aromas de aquí y de allí. Siempre
recordando, siempre en el presente, emoción sin tregua, sosiego contagioso,
apacible sin interrupción, sacudiendo mi alma sin licencia; mi paisaje me
interroga y me hace revivir. Se ilumina mi mirada al mirar la suya, tan
radiante.
“¡Quiéreme!” me susurras al oído,
“¡ámame!” balbuceas, y aguardas eternamente desde tu belleza incólume, todavía
ilesa.
Permanecen tus colores de ayer en
mi recuerdo, aliñando un presente de regalos. El amor que te di, en cada brizna,
en cada hoja que ya no está, en cada flor que vuelve. El calor y el frio, las
nieblas y el sol, la luna y la luz en tu rostro siempre bello, tan vigente, hasta
la última gota de mi sangre. El grato regusto del amor correspondido cuando te
miro, cuando me besas con tu brisa en la alborada, con tu chaparrón de marzo, con
las limpias brumas de noviembre.
Hoy he vuelto a pasar por aquel
paisaje verde, he vuelto a mirar, y me he vuelto a enamorar.
Ya no lloran las margaritas, ya
resplandecen amarillas las primaveras de tus prados, verdeas el sendero a cada
paso y se encienden mis ojos al mirarte. Me abrazas mientras tiemblo sin
moverme, en el recodo de aquel camino verde donde canturrea, como siempre, la fuente
bajo el roble. Y allí me he puesto a llorar.
Paisaje, mi paisaje, que me
acompaña, cogidos del brazo, cruzando el riachuelo por el atajo, charlando sin
parar sin decir nada.
.- “Dime que me quieres” me
susurras al oído. “Dímelo”
Y yo me detengo y te miro.
Resplandeces luminoso, verde y azul, y esperas.
Te quiero más que a mi Vida, más
que a mis ojos, más que a la brisa que respiro. Que se me pare el corazón si te
dejo de querer. Que se apague mi mirada si te falto alguna vez. Eres mi vida y
mi muerte, eres mi madre y eres mi hija. Me duele hasta la sangre de lo que te
admiro, Paisaje, compañero, para mí lo primero. Encarcelado en tus olores y tus
sonidos, preso de tus colores y de tu luz, cautivo de por vida y hasta después
de mi vida. Siempre enamorado, siempre embelesado, vehementemente emocionado
hasta el tuétano de mis huesos por tu belleza serena. Paisaje, paisaje, siempre
el paisaje en cada vello de mi piel que ahora se eriza, hasta la última de mis
células, hasta el fondo de mi espíritu, rendidamente seducido por tu paz
atronadora.
Blanca, la tarde agoniza tras el
monte nevado. Alas de plata sobrevuelan nuestros pasos, alborotadas de primaveras y amores.
¿Cómo no había de quererte?
Natura, Madre Tierra que hoy te bañas en el arroyo floreciente y cristalino de
esta tarde irrepetible. Paisaje... siempre el Paisaje… para siempre jamás, el
Paisaje.
Juan Goñi
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