A este impresionante castaño, muerto hace ya decenas de
años, me gusta llamarle Basajaun. En él, en las oquedades de su tronco torcido
y agrietado, viven tantas criaturas como quepa imaginar. En el centro de su
cuerpo, hueco, se refugian los recuerdos del Gran Abuelo del bosque que todo lo
vio. En alguno de sus agujeros permanece refugiada la memoria de tu presencia.
Hoy, de nuevo, acariciaré sus curvas imposibles, y como siempre, me acordaré de
ti. Evocación de presencias encontradas, Bertiz es un compendio de cálidos
reflejos de amistad.
Me voy al Bosque. Vuelvo a casa.
Juan Goñi
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