Cereza - Gerezi - Prunus avium.
Pese a todo, mi cerezo finalmente
se llenó de fruta. Ahora sirve de despensa para multitud de aves que vienen a
aprovechar estos pequeños y sabrosos milagros rojos. Son mirlos, zorzales,
currucas, jilgueros, carboneros, picos picapinos, arrendajos, cornejas y un
largo etcétera de emplumados amigos que vienen a merendar cerezas y a
deleitarme con sus idas y venidas.
Mi cerezo es un “cerezo dulce o
silvestre”, como la mayoría de los que se ven por nuestros campos. Su nombre
científico es “Prunus avium”, osea, un “ciruelo
de las aves”. Hasta su nombre hace referencia a los pájaros y deja bien
clara la pertenencia y la propiedad. Y es que el cerezo y las aves hicieron un
pacto hace cientos de miles de años. El cerezo proporcionaría un alimento
delicioso a las aves en un momento crítico para ellas, justo cuando la prole
está saliendo del nido, cuando mayores son los requerimientos nutricionales
para estas nuevas vidas llegadas con la primavera. Las cerezas darán fuerza a
sus alas todavía débiles, darán impulso a sus ganas de crecer, vigor y
fortaleza para afrontar una vida amenazadora pero digna de ser vivida. Por otra
parte las aves diseminarán las semillas del cerezo para que la descendencia del
árbol sea abundante, dispersa y profusa. El cerezo cumple el pacto cada
primavera, también este año, y las aves siguen desempeñando su papel a la
perfección. Es más, el cerezo pintó de rojo vivo sus frutos para avisar a todos
los pájaros de la zona que la merienda está lista, que es hora, una vez más
como hace millones de años, de perpetuar de nuevo el pacto.
Me gusta permanecer bajo el
cerezo, en silencio y totalmente inmóvil, y observar a las aves que meriendan. Los
mirlos llegan por docenas desde los cuatro puntos cardinales. Eligen
cuidadosamente la cereza más roja, más apetitosa, y de un certero picotazo la ensartan
en su pico amarillo. Y así, como si fueran payasos alados con su nariz roja y
redonda, vuelan de nuevo hacia la espesura de los matorrales cercanos, o hasta
la arboleda un poco más allá de río, donde probablemente esperan los pollos.
Allí dejarán caer el hueso de la fruta. Y con un poco de suerte, allí nacerá un
nuevo “ciruelo de las aves”, debajo del cual, con un poco de suerte, mis
descendientes y los tuyos podrán disfrutar de las idas y venidas de las aves en
las últimas tardes de otras primaveras. Movimiento perpetuo, “Perpetuum Mobile”, algo que los físicos
nunca entendieron y que se presenta aquí mismo, debajo de mi cerezo. ¡Perdón! Del
cerezo de mis amigas las aves, que me dejan merendar con ellas en el convite
eterno de un Universo que no termina sin empezar. Cada día. Cada primavera.
NOTA: Los músicos siempre entendieron el "Perpetuum Mobile". Dos ejemplos para entender mejor:
Perpetuum Mobile - Penguin Cafe Orchestra
Perpetuum Mobile - Johan Strauss
No me conoces por este nombre. Soy Koro. Una maravilla la interpretación que das a las aves los cerezos, sus idas y venidas, la vida que nace y se extingue para volver a renacer. Me quedo con la Filarmónica de Odessa aunque me han gustado ambas. No recuerdo como llegué a tu página de Facebook pero, de verdad, me proporciona unos momentos especialmente dulces, interesantes; a veces me sumen en la melancolía, pero siempre llegan al corazón todas y cada una de las frases que encierran una sabiduría inmensa. Me alegro de haberte encontrado. Un abrazo Juan.
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