Los insectos xilófagos son
aquellos que se alimentan de madera muerta o en descomposición. Junto con los
hongos saprófitos, son los responsables de que el Bosque pueda reciclar la
celulosa de los troncos y ramas, y así cerrar el ciclo de la Vida. De estos
insectos se alimentan otras especies de insectos, y, especialmente gran número
de aves forestales. Los páridos (carboneros y herrerillos), los trepadores
azules, los agateadores o los pájaros carpinteros por ejemplo controlan la
población de estos insectos de modo que su número no crezca en exceso y no se
produzcan plagas. Estas aves a su vez, serán controladas por los depredadores
como los gavilanes, los azores, las comadrejas o los gatos monteses. En un
bosque, los insectos xilófagos son tan importantes como cualquier otro eslabón
de la cadena. En un bosque maduro, equilibrado, no se admiten los excesos y todo
está en perfecto equilibrio. Lo mismo ocurre en los más diversos ecosistemas
terrestres, desde los corales a las selvas tropicales, desde los desiertos más áridos
a los casquetes polares.
Cuando el hombre modifica un
bosque altera esta armonía de multitud de maneras, y aparecen desequilibrios
biológicos de toda índole. Todavía no hemos aprendido que un ecosistema
inalterado es el que mejor productividad en vida y también en energía. Mucho
saben de ello los expertos en permacultura.
En la foto, el tronco de un árbol
muerto muestra en su piel los efectos de los insectos xilófagos. La madera,
como todos los recursos, como todas las energías, como cada átomo, baila al son
de los ciclos naturales, creándose a fuerza de sol y de agua, destruyéndose y
convirtiéndose en el sustrato de los árboles del mañana. Y así, en perfecta
armonía, el Mundo se nos muestra como ejemplo a seguir. Nada se desecha, nadie
es superfluo, todo es útil y eficaz, todos y cada uno de los seres son
beneficiosos para el resto, convirtiendo a la arboleda en uno de los
ecosistemas más fértiles, diversos, productivos y valiosos que conocemos. Hasta
nuestra mirada se convierte en preciosa cuando la dejamos volar entre los
recovecos del bosque majestuoso. Preciosa porque es nuestra mirada conmovida la
mejor garantía de pervivencia para el Bosque. Preciosa porque nuestra mirada
nos hace mejores, más libres y más felices. No en vano y en resumidas cuentas,
somos poco más a parte de lo que vemos.
El bosque, ese maestro en
procurar eficacia y belleza a manos llenas, se nos presenta como ejemplo y
profesor de tantas y tantas cosas… Aprendamos de él. Disfrutemos con sus
parajes, con sus sonidos, con sus colores o sus olores, sin violentarlo, sin
mancillarlo, desde el respeto que merece una Madre. Solamente tendremos un
futuro en la Tierra el día en que caigamos rendidamente y apasionadamente
enamorados de nuestros bosques.
Juan Goñi
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