Haya en invierno.
El invierno parece una pausa,
pero no lo es. No te dejes engañar por las apariencias. En la Naturaleza, la
espera nunca es una espera, porque los ciclos naturales no saben detenerse. No
lo han hecho en los últimos cien mil años. No lo harán tampoco ahora.
Ahora, en el duermevela de las
noches invernales, en los días breves, se gesta el renacimiento. Pero este es
un renacimiento que nunca significa la resurrección del pasado. Las hojas caídas
no volverán a verdear. La putrefacción de lo marchitado genera una nueva vida; en
la Natura nadie espera la recomposición de lo acabado. Todo se renueva desde
abajo, desde el oscuro escondite donde la primavera se transforma ahora en
humus. La sabia de mis hermanos los árboles permanece anclada al suelo, a la
tierra. Porque ahora no es tiempo de soñar, sino de reconsiderar. Ahora hay que
reconsiderarlo todo. Y eso, a veces, duele.
Y cuando uno termina de reconsiderarse,
de recapitularse, solo entonces es cuando hay que empezar a planificarse. Y en
ese planificar comienza el soñar, y por lo tanto comienza la primavera. Pero no
adelantemos acontecimientos. Nadie en el bosque, nunca, se adelanta a los
acontecimientos, y por eso todo el mundo es puntual en la Naturaleza. Puntual y
fiel a la cita diaria del calendario sin fecha. Los ciclos naturales son
exactos siendo ácratas, son precisos sin precisión. Ocurren cuando deben
ocurrir, ni un segundo antes.
Por todo ello dejemos el futuro para
otros torpes adivinos; prefiero quedarme en el presente, que como todo presente
es un regalo. Tardes desiertas de diciembre en el bosque inhabitado… espejo
lúcido de mi alma que rememora, recapitula, recapacita. Vital contagio del paisaje,
más limpio hoy que nunca; reflejo de fuegos de otros tiempos, que hoy solo
persisten en los horizontes incendiados de los entusiasmados ocasos del
invierno.
Juan Goñi
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