No me canso de mirar a la
primavera prosperar. Me gusta verla amanecer y me conquista con sus atardeceres
amarillos, verdes y azules. La determinación con la que el tiempo pule y
suaviza los horizontes me entusiasma. El coraje de la Vida al resurgir es irrefutable.
También tiene la primavera un
halo de nostalgia que me aturde a veces. ¡Cuántas primaveras me perdí! Envejezco
a trompicones aun cuando a mi alrededor reverdecen los paisajes. Mirar demasiado
al mundo es como ver a un hijo que crece: ya no se mea encima, ya sabe decir
papá, ya sabe abrir las puertas…. Y en ese proceso tú vas lentamente menguando.
Será por esa molestia en las
cervicales, será porque debo ponerme gafas para leer, hoy me ha dado por pensar
que decaigo. No conviene olvidarse de que somos de hoja caduca. Acompaño a la
primavera por senderos revoltosos, pero me saca ventaja por momentos.
.- ¡Tira! ¡Tira! ¡Ya te
alcanzaré!– Le digo mintiendo, mientras la veo perderse por el recodo de los
días azules y las noches luneras.
Hoy a las seis oía al primer
mirlo lejano. A las seis y cuarto ya eran decenas las flautas que tapizaban el
amanecer. Y a mi casi no me dio tiempo a terminar de desayunar.
¡Corre, corre chiquilla! Pequeñaja
descarada, con las rodillas arañadas y el cabello revuelto. La primavera se
hace moza poco a poco. Me gusta verte corretear por la aurora, pero me
entristece no poder seguirte por los horizontes.
Los robles me amparan. Ellos
nunca corren por nada. Será porque se están haciendo viejos.
Juan Goñi
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