Mendaur


Amanece de azul en los prados congelados por la escarcha. El verde tamizado de hielo blanco, como una fina capa de polvo de tizas escolares. El sol, casi inimaginable en la larga noche invernal, pinta de bronce las cumbres, que resplandecen de fuego rojo en la lejanía helada. Salen del aprisco las ovejas hambrientas de verde y calor. El niño arrima las manos al fuego, pijama cálido, cálida la cocina del viejo caserío, cálida mañana familiar de leche con miel y pan tostado, cálido el silencio en compañía. Se asoma la amatxi al paisaje por el pequeño ventanuco: "Ya amanece por la Trinidad". Azul el cielo, azules los prados, azules los ojos cansados del abuelo recién levantado. Fuego en el hogar, fuego en los cabellos despeinados del chiquillo que ruidosamente desayuna, fuego en el fondo de las pupilas azules del abuelo, fuego en la cumbre mágica de Mendaur. Se despereza la fría mañana, se estira el gato somnoliento, revolotean ruidosos los gorriones en el tejado, canta el gallo en el corral cercano. Llegó la hora de vivir, llegó la hora de perder el miedo al día, llegó la hora de enfrentarse al frio, llego el momento de pintar de vida la azul soledad de este hermoso amanecer.

¡Buenos días a todos, fuegos y hielos, rojos y azules, abuelos y nietos! Hoy llegó otra vez la hora de tu Vida.

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