Dicastillo


Se disfraza de rojo el inmenso cielo ribero en los últimos suspiros del día. Las nubes, siempre diferentes, todavía ven el Sol desde sus alturas, y nos reflejan recuerdos encarnados de lo que ya fué ayer. Se escapa nuestra estrella, lánguida de otoño, a recorrer otros cielos lejanos, como un sistema de riego que riega con Vida la Tierra cada día. La silueta del campanario, ilusa construcción humana en su sueño de llegar los cielos, se recorta contra el horizonte sangriento comenzando así otra de las largas noches de diciembre. Con el frio en la cara, se me antojan imposibles los calores veraniegos que achicharran esta tierra de trigales y encinas.

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