El vigía de La Bardena


Vigila Castildeterra a La Bardena Blanca, impertérrita, bajo el frío ocaso invernal. Altiva y eterna, en pie ante su agonía, se hielan sus entrañas de cierzo y sal. La Bardena entera descansa en su silueta, la Bardena roncalesa de pastores trashumantes, la Bardena del labrador de los mil pueblos riberos, la Bardena de misterios y bandidos, de Princesas presas en almenas derruidas. Se recuesta el horizonte ante la noche cercana, solitaria la Bardena me aturde de belleza. Bosque de ontinas y romeros, selva de brezos, sisallos y espartales, su paisaje me abruma y me emociona. Se pierden mis ojos en la lejanía, buscando en la distancia Piskerra y el Rallón. En el lento anochecer, acompaño a Castildeterra en su labor de inmortal centinela, juntos custodiamos los silencios de mi amada Bardena.

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