Contando nubes


"Había antes cine en Elizondo, íbamos Maritxu y los dos a veces, de novios. Me gustan las de vaqueros. Y también venían comediantes al pueblo en Fiestas, es bonito el teatro. Ya no vienen. Y los Museos... ¡como pa ver cosas viejas estoy yo!"

Pasaba la tarde despacio en el porche del caserío. La mirada del viejo, clavada en el prado, era limpia y transparente como la tarde.
"Yo no me muevo de aquí.. la ciudad pa vosotros, los jóvenes"
Pasaban los minutos como siglos. El palillo en su boca, la vieja txapela en su cabeza, su pelo blanco, sus manos fuertes, sosteniendo el bastón. Sus ojos ahora escrutaban el cielo azul.
"Ese galforro, es el tercer sagutxo que caza esta tarde. Más vale, porque Mizifuch está viejo, ya no caza como antes"
Comentó entre dientes, al ver al ratonero caer sobre el prado en un picado vertiginoso.
"No se, chico. En mis tiempos teniamos una bici para toda la familia. Y nada de colacao pa desayunar, ni nada de eso. No teníamos tele. Lo más, jugábamos a pelota en el frontón. Pero éramos más felices que los críos de ahora, pobricos, o eso me parece a mi. No sé a dónde vais, no sé a dónde va este Mundo ¿Tú lo sabes? A mí, ya me da igual, Maritxu y yo tenemos todo el bacalao vendido, pero yo de aquí no me muevo. ¿Qué pinto yo en la ciudad? Por mucho que se empeñe la hija"
Maritxu, pasos cortos, mirada sabia y comprensiva, asintiendo, sacó tres vasicos de vino, un poco de pan y unas xerras de queso de oveja. Allí nos quedamos los tres, contando las nubes, mirando las vacas, aprendiendo a vivir.
Foto: Panorámica de Aniz, por Bernardo Carrió
Texto: Juan Goñi

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