El abejaruco, el ave que voló hasta el arcoíris.


 Retrato de un abejaruco, por Antonio Danso
Recuerdo perfectamente la primera vez que pude disfrutar de los abejarucos (Merops apiaster - elortxoriak). Me resultaba increíble que esa ave maravillosa viviera cerca de mi casa, y que hasta ese momento hubiera pasado desapercibida para mí. Parece que el abejaruco hubiese ido de viaje hasta el arcoíris y se hubiese revolcado en sus colores. Dicen que solo le falta el rojo, pero no, resulta que ese es el color de sus ojos. Casi es imposible describir a esta obra de arte del cielo, ¡tantos colores revuelan en sus alas! ¡Tantos reflejos! En este caso, sin lugar a dudas, una imagen vale más que mil palabras. Todavía, cuando tengo el placer de observarlos posados en algún árbol viejo, me sorprendo que no sean primera plana en los periódicos, me indigno de que en las escuelas no sea obligatoria su observación y su disfrute, que su llegada no sea festejada en cada plaza de cada pueblo de esta ajada y vieja tierra mía. Su canto me alerta de su presencia mucho antes de divisarlos. Sus continuos reclamos en vuelo se escuchan a bastante distancia, y muchas veces son estos reclamos los que me ayudan a localizarlos. Llegan desde África a mediados de abril, aunque es a principios de mayo cuando ya se les puede ver ocupando sus viejas colonias de cría. 

Foto: José Miguel Grande Gutiérrez

Hacen sus nidos en algún talud arcilloso, muy frecuentemente cerca de un rio o de una laguna. Allí excavan profundo agujeros, en el fondo de los cuales pondrán sus valiosos huevos. Se alimentan de muchos tipos de insectos, no solo de abejas, como su nombre pareciera indicar. Cualquier tipo de himenóptero (hormigas, abejas, avispas y abejorros) puede caer apresado en su pico, pero también saltamontes, langostas, escarabajos, mariposas y polillas son frecuentes víctimas de sus acrobáticos vuelos. Los apicultores los señalan como sus bestias negras, achacando a este pájaro de la destrucción de sus colmenas. Pero en un estudio que los propios apicultores de la región de Murcia encargaron para comprobar la veracidad de este sambenito, los investigadores de la Universidad de Murcia demostraron que esto no era cierto. Por desgracia, los estudios científicos casi nunca pueden apagar las voces de los mitos que se propagan con rapidez por nuestros campos y nuestros pueblos, y menos aún si estos estudios dejan en entredicho el odio hacia alguna especie animal. Parece que a los Humanos nos encanta culpar a la Naturaleza de nuestros propios desmanes; bien sabemos ya que la desaparición de las abejas tiene mucho más que ver con nuestros pesticidas que con el bello abejaruco. Aún así, muchos abejarucos siguen cayendo bajo los disparos de desalmados escopeteros, que buscan en su supuesta malignidad para con la abejas la excusa perfecta para dar rienda suelta a sus más bajos instintos asesinos. Matar a un abejaruco…. No me cabe en la cabeza.

Foto: Antonio Danso
Tenemos varios meses por delante para disfrutar de estas magníficas aves, de estas acuarelas volantes, de este arcoíris en miniatura. Todos deberíamos buscar un día durante esta primavera o verano para observar a estos acróbatas de los cielos, a estos pájaros que parecen escapados de un cuadro de Gauguin. Búscalos, y siéntate reposado un atardecer eterno de verano. Cálzate tus prismáticos entre tus ojos, un sombrero fresco de paja en la cabeza y disfruta de uno de esos placeres ocultos que nos proporciona la Naturaleza en la canícula veraniega. Porque observar la Belleza hará más bello tu interior, porque disfrutar de la Naturaleza te hará más libre, porque la emoción ante la humilde hermosura de un bando de abejarucos es la emoción por la propia Vida, el reencuentro con nuestro lugar en el Mundo, el descubrimiento del porqué de nuestra propia existencia.
Juan Goñi

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