El Moncayo, la montaña mágica en llamas.


Ayer, mientras una fuerte tormenta se derrumbaba sobre el Valle de Bertiz y aledaños, mientras la Tierra sedienta bebía sin mesura aguas y rayos, mi querido Moncayo ardía sin control allí abajo, a los pies de Navarra, entre las provincias de Zaragoza y Soria. El maldito fuego se daba otro de sus abominables banquetes a costa de los bosques del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo.

En la foto, Moncayo desde Bardenas.

El Moncayo se alza desde los casi quinientos metros del Valle del Ebro hasta los más de dos mil trescientos metros de su cima, por lo que puede observarse desde gran parte de Navarra, desde el Pirineo hasta las tierras de la Zona Media y, por supuesto, la Ribera. Es el punto más alto del Sistema Ibérico, y quizá por ello su enorme mole es tenida por sagrada desde los tiempos de los celtíberos y los romanos.
Cientos de leyendas salpican estos perdederos; poetas como Bécquer o Machado han cantado a sus paisajes agrestes y solitarios. 

Su enorme mole y su importante altitud captan la humedad y las lluvias del Cantábrico y de sus entrañas surgen manantiales que riegan las tierras aragonesas y castellanas, tan sedientas. Sus laderas albergan bosques de enorme valor ecológico, bosques que se escalonan en peldaños desde el piso de clima mediterráneo y seco, con valiosísimos encinares y coscojales, que poco a poco dejan paso a los robles y a los pinos, después a las hayas, más arriba a los pinos negros y por último, las praderas de altura. 

La vista que se abre desde su cima es sencillamente espectacular, casi inenarrable. Gran parte de Navarra, Aragón y las tierras de Ágreda y Gómara se despliegan ante los pies del amante de la transparencia; una delicia para el paladar del más exquisito degustador de panoramas.

El incendio de Calcena desde Ambel. Foto de JUAN JOSE ROY .

Parece ser que desde hace tiempo esta magnífica montaña estaba siendo acosada por insensatos proyectos mineros, en concreto para la extracción de magnesita, amenaza que comparte con otro paraíso muy cercano a mi corazón, como es Zilbeti.

Ahora mi recuerdo está con las gentes que se están jugando la vida para defender este Patrimonio Natural sin precio. Pero cuando las llamas por fin desaparezcan, mientras todavía humeen los rescoldos de tanta biodiversidad asesinada, hemos de exigir investigaciones y pesquisas para entender el origen del fuego, para capturar al pirómano y ponerlo delante de un juez. Espero que todo el peso de la ley caiga sobre este asesino de paisajes, de Vida y de Futuro. E inmediatamente, exigir a las autoridades las responsabilidades pertinentes, porque no es de recibo que todo esto pase sin que nada pase, sin que nadie aprenda la lección, sin que nadie asuma las responsabilidades políticas pertinentes. 

El dolor de las gentes de estas tierras (que son mías porque las amo) rasga el aire seco de este verano aciago y asesino, y llega hasta mi alma desollada de tanto fuego criminal y devastador. Todo mi ánimo y toda mi fuerza, amigos del Moncayo. Hoy “Navarra al Natural” solloza angustiado con sus hermanos.

Juan Goñi

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