Recuerdos.



Puente de Berro, cerca de Arizkun (Baztan)



Se abre paso el otoño a trompicones. Se refugian los últimos valedores del verano en el sur cálido de vientos y libélulas. Y así, como a empujones, caen del cielo hojas ambarinas planeando suavemente hasta el prado. Corre quieto el rio seco bajo la arcada del puente viejo, preñado de peces que nadan, como esperma de vida que flota. Bucean los recuerdos en mi alma atiborrando mis ojos de poemas. 

Tiempo de otoño, hora de poetas y de amores imposibles. Ya os fuisteis y no volvéis, más que a mis recuerdos olvidadizos. Otoño, la madurez de la vida que se enfrenta al final con la mejor de sus sonrisas. 

Ahora es cuando vuelves a mí por senderos desiertos; sombras amarillas y mariposas te acompañan. Mi mirada acaricia la estampa de tu regreso imposible y me hundo en mis cosas, naufragando entre las olas de hojas rojas que sucumben al tiempo.

Terremoto tenue entre mis brazos; trenes que llegan para irse pronto; instantes de eternidad tejidos de sueños y caricias. Recuerdos recalentados para la cena fugaz de esta noche clara. 

Te fuiste y me escondí entre nubes blancas y trinos. Quedó en el bosque tu recuerdo, engatusado por musgos y leyendas. Olvidaste tu mirada, apoyada en el enorme roble, entre pájaros hambrientos y ardillas. Deslizas tu mano por la corteza áspera del viento que huye, y me haces el amor desde los dedos, sin mirarme.

Volverás a caminar por los senderos alfombrados de espesura que se muere, en este largo otoño de calideces encontradas. Mientras, en mi letargo agónico de sueños anodinos, buscaré tu presencia sublimada en la niebla del amanecer, derretida entre los trinos húmedos de los pájaros que no se fueron. Tenue rocío que cubre el bosque casi sin querer, despojando al verano de sus últimos estertores, tuya es, como siempre, la victoria en la batalla que nunca ganaré.



Juan Goñi

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