Cielos de noviembre desde el monte Askin (Doneztebe)
Hoy te iba a contar que los cielos se visten de gala con
nubes turbadoras en el ocaso. Hoy te iba a contar que los bosques arden como
ascuas de rojos, ocres y amarillos en estos días de noviembre. Hoy te iba a
contar que el cálido Viento Sur peina los prados y los hayedos, mientras se
lleva en el regazo mi mirada volandera. Hoy te iba a contar que la hojarasca es
profunda y limpia en el bosque, que florecen setas rojas entre las hojas
caídas, que el silencio se agudiza a cada paso mientras el Sol se desploma día
a día. Hoy me apetecía decirte que mi corazón se desnuda como los árboles, que
caen también sus hojas marchitas al suelo de la humildad, y que por ello anda
mi ser entero buscando abrazos acogedores y conversaciones sigilosas en la
penumbra de la tarde madrugadora y breve.
Hoy te iba a decir que la amistad sabe a besos de uva y
mandarinas en este noviembre oscuro y taciturno; que las sonrisas en compañía
son más dulces; que las miradas miran más adentro y las palabras musitadas
llegan más lejos y más hondo en el otoño que nos envuelve.
Todo eso… y más.
Pero mi cabeza anda anclada en el momento trágico en el que
Amaia gateó hasta lo alto de una silla sin alma, mientras los esbirros del
dinero subían por las escaleras, ruidosos, violando la mañana dulce de un
viernes otoñal y gris, recién nacido. Mi corazón no deja de imaginar, de
sentir, de dolerse, sospechando los negros nubarrones que cruzarían la mente de
esta mujer justo antes de saltar por la ventana, abalanzándose a la nada, sin mirar
atrás. Mientras, en su cálida oficina, traje y corbata impolutos y
perfectamente planchados, intuyo al director del banco degustando su aromático
café y leyendo despreocupado en la prensa la crónica del partido de ayer. Mi
alma pacífica se revuelve ante la certeza del hachazo inmisericorde, ante el golpe contra el asfalto frio y negro, desgarrando la mañana afanosa de Barakaldo. Mis oídos escuchan los gritos
rotos, las sirenas inútiles de las ambulancias, los pésames baratos, las
palabras vacías de cómplices que callan y otorgan.
Hoy, mi recuerdo y mi evocación para Amaia Egaña, asesinada
ayer por las huestes del terrorismo bancario, con la complicidad de la chusma politiquera
e hipócrita.
¡STOP DESAHUCIOS!
Hoy mi corazón está de luto.
Juan Goñi.
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