Extraña forma de Vida.



 Aralar. Foto de Cesc Jurado

La niebla fría se deslizaba por el pasto helado, como una caricia anestésica. El monte entero dormitaba tiritando, acurrucado entre las raíces, escondido en grutas incomprensibles. Los escasos árboles, totalmente desnudos, alzaban sus ramas a un cielo de un gris plomizo; parecían pedir clemencia ante este invierno desalmado. No había silencio, solo susurros de un viento que a veces gruñía y a veces callaba rumiando un nuevo juramento.

“Estranha forma de vida…” Vinieron a mi mente los acordes del fado de la inmortal Amália Rodrigues.  Huyendo del invierno, subiendo hacia él, visitando su imperio entre las cumbres heladas y quietas, cantando entre susurros poemas de tierras lejanas que tan cerca se me antojan.
No me gusta en invierno. Me parece antipático y agresivo. Pero mi alma lo necesita. La Naturaleza lo necesita tanto como el calor de mayo, como las tardes suaves de octubre, como los calores inmisericordes de agosto. 

Las manos heladas bajo los guantes, mis oídos sordos bajo la capucha que me protege de este xirimiri congelado, me acerco a la vieja ermita deshabitada. Se me antoja que nadie la visita desde hace siglos, paralizada en un eterno invierno de silencios. Es un edificio humilde, pero bien enfoscado, limpio, sobrio, recio ante el vendaval que ruge a su alrededor. Intento protegerme tras sus muros, pero es imposible; los dedos del viento me alcanzan sin dudarlo, allí donde busco refugio. Decido sentarme un poco para escuchar, derruir las murallas de mi mente y dejarme conquistar por este adverso sentimiento de frio y soledad.

Y así paso unos minutos, somnoliento, mirando al blanco lechoso de la niebla que pasa despacio por delante, cuando me sorprendo cantando entre susurros.

“Corazón independiente,
Corazón que no comando.
Vives perdido entre la gente
Tercamente sangrando.”

De pronto algo se mueve bajo el árbol mortecino. Una pequeña ave picotea el pasto helado, salta de aquí para allí, y vuelve a picotear. ¡Es un precioso acentor alpino! Me despejo de pronto, mi instinto de pajarero impenitente despierta mis sentidos, y disfruto con la observación de esta ave. Se alejan volando sentimientos de nostalgias, se lleva el viento las nieblas de mis ojos, y me reconcilio con estas fechas que acercan a mis ojos tantas y tantas maravillas. Allí, entre los pastos del Campo de los Altares, en Aralar, solos aquella avecilla y yo vencimos los presagios del invierno, aferrándonos a la Vida que habla susurrando entre las nieblas de enero.

Juan Goñi



Letra: Amália Rodrigues
Música: Alfredo Marceneiro




Ara Malikian al violín, 
José Luis Montón a la guitarra
y María Berasarte, voz, 
interpretan "Estranha forma de vida"


Extraña forma de vida
Fue por voluntad de Dios
que yo vivo en esta ansiedad
que todos los ayes son míos,
que es toda mía la aflicción.
Fue por voluntad de Dios.

Qué extraña forma de vida
tiene este corazón mío:
vives de vida perdida.
¿Quién le daría el don?
Qué extraña forma de vida

Corazón independiente
corazón que no comando:
vives perdido entre la gente,
tercamente sangrando,
corazón independiente.

Yo no te acompaño más:
para, deja de latir.
Si no sabes adónde vas,
por qué porfías en correr,
yo no te acompaño más.

Si no sabes dónde vas:
para, deja de latir,
yo no te acompaño más.

 

Estranha forma de vida
Foi por vontade de Deus
que eu vivo nesta ansiedade.
Que todos os ais são meus,
que é toda a minha saudade.
Foi por vontade de Deus.

Que estranha forma de vida
tem este meu coração:
vives de vida perdida;
Quem lhe daria o condão?
Que estranha forma de vida.

Coração independente,
coração que não comando:
vives perdido entre a gente,
teimosamente sangrando,
coração independente.

Eu não te acompanho mais:
para, deixa de bater.
Se não sabes aonde vais,
porque teimas em correr,
eu não te acompanho mais

Se não sabes onde vais:
para, deixa de bater,
eu não te acompanho mais.




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