Espirales.


Helecho

El helecho se despliega estos días a la Vida. Su espiral se expande, se extiende, se desenrolla como la espiritrompa de las mariposas, ávida de libar sol y primavera. Espirales, espirales, espirales en la Naturaleza. Las espirales están en Naturaleza como en su casa. Si miras bien las encontrarás en cada rincón: caracoles, flores, tormentas, galaxias, ADN, la lengua de un camaleón o la cola de un caballito de mar, el remolino de un rio, la rompiente de una ola…

La espiral parece ser el espíritu de la Naturaleza; incluso estas dos palabras parecen tener la misma raíz., como esperma. Todo se expande sin ocupar más espacio, sin desaprovechar nada. Se expande creciendo, crece abarcando más, aun siendo lo mismo. Bella, enigmática, vertiginosa, hipnótica, infinita…

Los alegres acordes de la música barroca, los capiteles jónicos de la arquitectura helénica, los símbolos celtas de la Fertilidad y de la Vida, el Lauburu vasco,  los símbolos griegos de la Creación (dextrógira, atributo de Palas Atenea) y de la Destrucción (levógira, atributo de Poseidón): hélices y espirales, el Kundalini del Tantrismo. Giros que vuelven siempre al origen sin volver nunca definitivamente a él. 

Este tipo de espiral se denomina “la espiral de Arquímedes”. Parece ser que este sabio griego, poco antes de morir atravesado por la espada de un soldado, dirigió estas últimas palabras a su asesino: “No molestes a mis círculos”.

Hay que tener ojos para ver, oídos para oír, manos para acariciar, pero para comprender… para comprender hay que tener espirales en la mente.

En el Principio, el Todo es una espiral.


Concierto en re menor para oboe y orquesta, de Alessandro Marcello
Juan Goñi

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