Primeros días de agosto



 Arroyo en Bértiz

En estos primeros días de agosto la vida parece pasar página. Las cigüeñas, los milanos negros o los pollos de cuco abandonan nuestras tierras y toman rumbo a África, donde permanecerán hasta la próxima primavera. Los vencejos se preparan para irse, y durante estos días desaparecerán abruptamente de nuestros cielos. Otras aves, como los abejarucos o las golondrinas se concentran en grandes bandos preparando su viaje que aún tardará en comenzar. Desde los collados pirenaicos de Etxalar, de Lindus o de Organbidexka, papamoscas, mosquiteros o collalbas venidas del norte de Europa conquistan la Península y anegan todos los paisajes. En los bosques ladra ya el corzo, que está en pleno proceso de celo. También  lo están los murciélagos, o varias especies de mariposas y polillas.

En la arboleda, las familias de carboneros, de trepadores azules, de herrerillos o de mitos se funden entre sí, formando bandos mixtos que permanecerán unidos hasta bien entrada la primavera, momento en el que de nuevo se formarán las parejas que traerán al mundo una nueva generación de pinceladas de color para el Bosque.

Flotan sobre las aguas de los arroyos las primeras hojas caídas, presagio de lo que vendrá. Pero aún exhibe el mundo su opulento color verde. El zumbido de las abejas y avispas, el violín de los mosquitos y la cháchara interminable de las chicharras lo inunda todo. Las orillas del riachuelo son como concurridas avenidas, donde las libélulas dejan con cuidado sus huevos, que se convertirán en larvas que podrán permanecer varios años nadando hasta que se decidan en convertirse en los grandes jinetes del viento, como lo son ahora son sus padres. Silva el sapo, se esconde el pollito de petirrojo, murmura el agua su canción de delicias, y el tiempo sigue pasando, tenue, acariciando la piel del Mundo.
Juan Goñi

0 comentarios:

Publicar un comentario