Cascada en Belate, Navarra - Nafarroa.
Pizarras negras tapizadas profusamente por musgos verdes,
helechos en abundancia, alisos y fresnos rozando con sus raíces el arroyo. Un
poco más allí, majuelos y zarzamoras, algunos acebos y viejos castaños. Y aún
más lejos, el hayedo esmeralda salpicado de robles centenarios.
Saltando entre las rocas del riachuelo baila la lavandera
cascadeña. Volando a ras de superficie el mirlo acuático va y viene, como si
tuviera prisa por inspeccionarlo todo. En el ramaje que me cubre canta fuerte un
carbonero; se quiere hacer oír por encima del estrépito de aguas que se
despeñan.
Unos pocos rayos de sol son capaces de traspasar el dosel
vegetal y coquetear con el agua limpia y fresca. No se siente el viento, y unas
pocas hojas volanderas pregonan el otoño para el que sabe escuchar.
Las botas se hunden hasta el tobillo en la hojarasca amontonada
de cien otoños y un día.
Se escucha el silencio pese a todo. Silencio en mis meninges
y en tus ojos fascinados al comprender lo que miran. Alianzas forjadas y
conexiones de afecto; se estrechan los aprecios y las lealtades en estos
mágicos vericuetos del mundo.
En la foto, salto de agua en los hayedos de Belate, Navarra.
En nuestros paseos en todoterreno nos acercamos a lugares como este.
Juan Goñi
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