La leyenda de Tártalo



 El bosque de Irati. Aezkoa - Navarra / Nafarroa

Se cuenta en la zona de Santa Grazi, en Zuberoa, que un día un joven se internó en el bosque y allí se topó con Tártalo. Tártalo es un cíclope gigante, con un solo ojo en mitad de la frente, que habita en los bosques más intrincados. Vive en una gran cueva, donde además guarda su hermoso rebaño de carneros durante la noche. Se dice que fue precisamente Tártalo el primer pastor que pobló estas tierras. Además, Tártalo es muy aficionado a comerse un cristiano en cuanto tiene ocasión. 

Así pues, aquel joven zuberotarra fue capturado por el gigante, que lo llevó a su cueva con la intención de darse un buen festín aquella misma noche. Regresó después Tártalo a cuidar a su ganado dejando al joven preso en la cueva. Al caer la noche Tártalo volvió a su cueva, donde, cansado, se recostó junto al fuego  y al calor del hogar, rendido de tanto andar, se quedó dormido. Aprovechó entonces el joven para acercarse al gigante y clavarle en su único ojo la vara de hierro que este usaba para asar a los cristianos. Tártalo empezó a gritar y a quejarse, ocasión que aprovecho el joven para esconderse entre los carneros. El gigante buscaba y buscaba, palpando por aquí y por allí para encontrar al joven, pero este, rápidamente, cogió al mayor de los carneros, lo degolló, y se cubrió con su piel, atándose el cencerro al cuello. 

A la mañana siguiente, Tártalo se puso en la puerta de la cueva y, despacio, dejó salir a los carneros uno por uno, mientras tanteaba con sus manazas a cada uno de ellos, de manera que pudiese descubrir al joven. Y así fue, al tantear la piel con la que se cubría el muchacho pronto descubrió el engaño y aferrándose a la lana, trató de capturarlo. Pero al verse descubierto el joven salió corriendo, dejando en manos del gigante la piel del carnero. Tártalo corrió detrás de él, pero sin poder verlo era difícil darle alcance, por lo que se le ocurrió una treta. Le lanzó al joven un anillo de oro, que el muchacho cogió con intención de llevárselo como botín de aquella peligrosa aventura. Al ponerse el anillo en el dedo, la joya empezó a gritar: “¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!” por lo que Tártalo supo donde andaba el muchacho y comenzó a perseguirlo corriendo veloz con sus grandes zancadas.

 Pese a que el joven corría con todas sus fuerzas, no lograba alejarse del terrible gigante, que lo alcanzaba por momentos. Trataba el joven de quitarse el anillo del dedo, pero aquello no era posible; el anillo había quedado firmemente aferrado a su dedo. Así que al joven no le quedó otro remedio que cortarse aquel dedo en el que gritaba sin cesar el anillo mágico. Una vez cortado el dedo con el anillo, lo arrojó a una profunda sima que por allí había. Y Tártalo, en su afán por capturar al joven, siguió los gritos del anillo hasta caer en el tremendo agujero. Allí permanece, según la leyenda, el malvado gigante, ciego y profundamente enojado, a la espera de que algún desdichado caiga en aquella profunda sima y pague las culpas de aquel joven que se quedó sin dedo. Aunque según otras versiones, Tártalo logró salir de la cueva, y anda aún, ciego e irritado, buscando por los bosques a algún cristiano que llevarse a la boca.

Juan Goñi

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