Escuchar, mirar, sentir, decidir...


Mis amigos Salva, Inma, Milos, José, Javier y Liso, paseando por Bertiz en un precioso día en el que noviembre moría dulcemente.

Así de bonito estaba Bertiz este pasado de semana. El otoño es tardano en este bosque. Su baja altitud sobre el nivel del mar y su orientación sur es la probable causa de que los árboles mantengan sus hojas durante más tiempo. Así que mientras en Irati, en Urbasa o en Quinto Real, el invierno se ha hecho fuerte, en Bertiz el otoño conserva buena parte de su tesón dorado aún bien entrado el mes de diciembre. No obstante, la alfombra sin fin de ocres y bronces cubre el suelo hasta donde llega la vista. El sonido de los pasos es, en estos días, un compañero más en el paseo.

A veces me gusta escuchar el sonido de los pasos de mis amigos mientras pasean por el Bosque. Es una buena indicación de su estado de ánimo, de su personalidad. A veces sus pasos son tímidos, como tratando de no hacer demasiado ruido. Otras, el sonido de sus pasos en la hojarasca transmite comodidad, seguridad; es como si mi amigo disfrutase con cada paso por la alfombra, recreándose en cada pisada.

Y es que, en estas fechas el bosque permanece en gran medida en silencio. Ocasionalmente mi atención se desvía con el crepitar de un petirrojo, o con la llegada masiva de un bando mixto y numeroso de aves del bosque sobre nuestras cabezas; en estos días recorren la cúpula de los árboles juntos, compartiendo reclamos, unidos ante el peligro, vigilantes; “uno para todos, todos para uno”, como decían los famosos mosqueteros.

Me pareció oír la llamada de celo de un zorro. Sé que es muy pronto, pero desde luego no es imposible. También escuchamos a la perfección el reclamo de nuestro pájaro carpintero más grande, el picamaderos negro. Sonidos del bosque… esa música que nunca me canso de escuchar.

Mi amigo José, que venía con nosotros ese día, me comenta por mail que él también escuchó a Basajaun. Le aconsejó sobre un importante cambio laboral que ha de afrontar en enero. Estoy seguro de que José acertará en su decisión. Siempre me fio de las decisiones que surgen de entre la espesura. La calma y el sosiego que nos invade cuando comprendemos que estamos por fin en casa ayudan a nuestra mente a ver las cosas de otra manera; somos más lúcidos, más conscientes, instintivamente más astutos. Aquí arrancamos  de lo más profundo de nuestro ADN aquel sentido de la corazonada, del presentimiento, de la intuición, que ha hecho que nuestra especie  sobreviva durante cientos de miles de años a los peligros del mundo. Quizá es por eso… o quizá no. Quizá, efectivamente, es Basajaun el que te habla al oído en esos momentos en los que el sosiego se adueña definitivamente de ti, en tus paseos pacíficos, placidos y reposados por las entrañas de nuestro padre, el Bosque.

Escuchar, mirar sentir, decidir: verbos básicos en nuestra vida, que aprendimos, sin duda, buceando en la arboleda.

Juan Goñi

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