Leurtza, aquella mañana de lluvia tenue.
En enero, a las hayas parece
faltarles el aliento. Parece que han escondido su alma bajo tierra. Aún quedan
vestigios del otoño en sus rostros sin maquillaje. El bosque aparece apretado
sobre las ascuas mojadas de las hojas caídas, que aún pintan de rojos el
paisaje. La arboleda parece querer abrigarse aunque solo sea con el calor del
color. Los árboles se desnudan cuando más frio hace. Así me los encontré
aquella mañana de lluvia suave, aquella mañana en la que me dio por pensar.
Me gusta la belleza de lo
humilde, los semblantes sin adornos, la desnudez de lo sencillo. No hay nada
deshonesto en el paisaje de invierno, nada mísero bajo su faz. Todo a la vista
del primer vistazo, y ya está. No hay cobardía, no cabe la timidez, solo un
sutil abandono, una leve dejación, un desmayo vaporoso. El paisaje no hace nada
por gustarte; solo mirarte con su mirada íntima. Porque el paisaje te ve, no lo
dudes, desnudo y descubierto. El paisaje te ve con tus ojos.
El único aderezo que necesita el
paisaje es la caricia de tu mirada; tu mirada despojada, desnuda, desplumada. No
hay nada que desvalijar, así que no escondas nada. No hay nada que sustraer,
así que es mejor sustraerse. Empobrecerse bajo el calabobos, empequeñecerse
ante lo pequeño y dejar encendida la luz atenuada del invierno. Lo demás ocurre
sin pensarlo demasiado… solo hay que dejarse llevar.
Cuando ya me iba, me dio por
pensar que al bosque le gusta dormir con calcetines. Quizá se le enfríen los
pies, como a mí.
Juan Goñi
"Todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza
y tu pobreza llenaron el otoño de regalos."
Pablo Neruda
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