El bosque oscuro




El bosque oscuro

En los últimos días la senda se he ido cerrando ante el empuje de los árboles que la rodean. Parece que el bosque quiere impedir el acceso a sus entrañas, y por eso su seno se oscurece tras el recodo de la vereda casi oculta. La senda se ha convertido en un túnel vegetal, en un pasadizo verde y sombrío. Me gusta transitar por estos recovecos de sombra perpetua y limpia. Acrecienta mi sensación de unidad en la diversidad, amplifica la conmoción y la sorpresa, exalta mi pasión y me sacude de polvo y paja. Las ramas que me acosan quitan las telarañas de las rendijas de mi alma y agita la morralla de mis rincones. Me limpia, me quita los mocos de las narices resfriadas de mi ánimo, que cada vez entiende menos y se enfría cada dos por tres ante la frígida y entumecida sociedad que nos ha tocado vivir. Y así es más fácil.

Ahora el Bosque está fuerte y decidido. Acalla al sol y se lo come a mordiscos de verde admiración. Y crece sin mesura y sin miedo; crece a lo largo, a lo ancho, a lo alto y a lo profundo. Sus raíces calientes suben por mis piernas y me conquistan. Sus hojas ya son mis cabellos y sus aves mis pensamientos. Mis manos quietas, porque mis hermanos del bosque siempre temen las manos de los Hombres. Y mis ojos, todos, también los del alma, devorando todos los verdes, engullendo milagros, saboreando sortilegios. Ahora no es tiempo de ayuno ni abstinencia. Es hora de comerse el mundo con los ojos… mejor aún: es hora de dejar que el Mundo se lo coma a uno. 

.- ¡Abuelito! ¡Abuelito! Pero ¡Qué árboles tan grandes tienes!
.- Son para entenderte mejor, Caperucita. 

Juan Goñi

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