Un recodo del sendero bajo el bosque primaverado.
Bertiz - Navarra - Nafarroa.
En días como estos la primavera
sigue reinando con autoridad en el bosque, en la campiña, en los huertos junto
a las casas...
El bosque está huérfano de
algunos trinos; algunas familias ya han salido de los nidos y ahora recorren
las copas de los árboles en relativo silencio. No es bueno atraer la atención
de los depredadores cuando llevas contigo a tu progenie. No obstante la demanda
de alimento por parte de los pollos volanderos delata la presencia de la familia.
Los constantes piidos alertan al pajarero sobre su ubicación y le permiten
contemplar las cebas constantes.
Junto a mi casa se levanta un gran
cerezo que ahora amanece cuajado de fruta. Se dan cita entre sus ramas multitud
de aves que se acercan a comer las cerezas más maduras. Mirlos, zorzales,
currucas, carboneros, herrerillos, cornejas, arrendajos y picos picapinos entre
otras amigas emplumadas se congregan ante la promesa de un dulce banquete. “Prunus
avium”, su nombre científico, significa “el ciruelo de las aves”, lo cual deja bien
claramente definida la pertenencia y la propiedad. Aquí puedes leer un artículoque escribí sobre mi cerezo el año pasado por estas fechas.
En los huertos recién labrados,
preparados para crecer, se concentran mirlos y zorzales a la búsqueda de
caracoles. El colirrojo tizón, posado en lo alto del tutor que un día sostendrá
la tomatera, escruta el suelo rastreando los pequeños insectos que pululan por
la tierra. Se deja caer sorpresivamente, captura alguno de ellos, y vuela
rápido, con él en el pico, al nido sobre la viga de la cochera. Cerca del nido
de los colirrojos, las golondrinas ultiman la construcción de su nido.
Sobre los tejados de las casas, en
el pueblo, planea bajo el milano real. Sabe que en estas fechas, entre las
tejas, asoman los pollitos de los gorriones, aun indefensos. Una presa fácil,
un nutritivo almuerzo para sus vástagos que esperan ansiosos en el nido sobre el roble, en el
recodo del rio. A veces concurren en su búsqueda el citado milano real y su
primo, el milano negro, y entonces las hostilidades entre ellos convierten la
tarde en un apasionante revuelo de picados, de ataques y contraataques en las
alturas mientras el pueblo mientras sus gentes dejan deslizar el tiempo sin
percatarse de la espectacular contienda que tiene lugar sobre sus cabezas.
Las calles chirrían en las
gargantas de los veloces vencejos. A la buhardilla abandonada le han salido
volatines blancos, rojos y negros: las golondrinas volvieron a su nido en la
promesa cumplida un año más. Los aviones comunes aún no empezaron a colgar sus
nidos de los balcones y repisas. Los segadores del viento llevan días por aquí
y ya recaudan la cosecha de plancton aéreo.
Todo sigue ocurriendo como debe
en los aledaños de todos los hogares. La primavera, definitivamente asentada en
su trono, deja claros los proyectos de su reinado: Hay que repletar de
vivacidad el mundo, hay que abarrotarlo todo de vida y esperanza, hay que
saciar a todos y a todo, para que todo crezca, para que todos prosperen, y así se
ensanchen los dominios de la Vida en la Ttierra (sic).
Juan Goñi
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