Me guardo el abrazo que no te dí



 Mis amigos de Esplai Viatges, sobre el puente del Suspiro, 
en ese momento en el que sol salió de entre la lluvia.



Después de tantas sensaciones, de tantos paisajes, de tantos senderos y tantos sabores… después de tantas miradas, tantas palabras quedas, tantas emociones compartidas… hoy te vas. Te vuelves y regresas a la tierra del sol. Dejas atrás brumosos hayedos y desiertos sin fin, atalayas de vértigo, trinos, gotas y leves olores, rocíos de amanecida, verdes que han colmado tus ojos insaciables. ¿Qué es lo que te llevas en tu mochila?

Quizá la imagen de unas Bardenas acaloradas; acaso un estremecimiento en el bosque perennemente lluvioso de Bertiz. También el sabor del queso saboreado en compañía, al calor de los prados verdes, allí lejos el panorama infinito del Orhi, aquí a mi lado tu corazón chispeante y bajo nuestras botas un Irati que respira prodigios. Te llevas posiblemente una pizca del azul de las aguas de Urederra o la sonata alegre de sus cascadas cantarinas. Quizá aún te quepa sitio en el alma para guardarte un poco de la noche de la Vieja Iruña: tormenta en el cielo sobre las calles mojadas y las palabras silenciadas por los truenos; titubeos y dilemas, preguntas sin demasiadas respuestas al calor de una amistad irredenta, ya madurada. Sé, porque lo vi en tus silencios, que retienes en el oído la fina lluvia bajo el hayedo brumoso de Aralar. Sé, porque me lo enseñaste al mirarme, que retienes una lágrima que tus ojos querían dejar salir, allí entre las brumas, allí entre las hayas retorcidas, allí en el sendero olvidado que sube al cielo. Memorias fotográficas para mirar de vez en cuando: Ariztokia (abajo el Irati, enfrente Abodi, detrás Irati); Ubagua, las bocas del agua del mar oculto de Urbasa; Andía y San Donato, la Barranca a vista de ángel, dragones, agujeros y cadenas… sonrisas cómplices bajo las palabras de aquel cura enamorado de su atalaya.

Aún nos quedan unas horas más para irnos a la magia, a volar con las brujas, a escondernos en sus cuevas. Pero no hay tiempo, amigo, ya no tengo tiempo para despedirte como te mereces. Ya no me queda tiempo para darte los abrazos que me brotan del corazón, para susurrarte silencios, para contarte las historias que me cuentan mis pájaros bajo la arboleda. Porque aquí, amigo, quedan también tus huellas, tus pasos a veces temerosos, a veces osados. Porque aquí, amigo, dejas vestigios del amor inconfeso que profesas; y tu estampa acalorada; y quedan tus memorias, y tus evocaciones. Aquí quedan para siempre las marcas que tus ojos honestos dejaron subrayadas en cada haya, en cada roble, en cada recodo de cada camino. Y aquí, en mi corazón, también dejas la quemadura perpetua de la amistad, la quemadura de dulce recuerdo, la quemadura que dejó tu mirada aquí, dentro de mí, cuando tus ojos miraron al fondo de los míos.

Vete amigo, vete ya. Tu vida te espera allí donde el sol se levanta desde el mar cada mañana. Pero vuelve pronto, porque Basajaun te espera ya entre las hayas, porque el bosque rememora tus pasos amables y tu mirada reverente. Porque sin irte, yo ya te añoro. Me guardo el abrazo que no te di… me lo guardo conmigo para dártelo en otros senderos, a la vuelta de próximo recodo de la vida.

Dedicado a mis amigos de Esplai Viatges de Valencia, que tanto y tan bueno dejan hoy en mis recuerdos.

Juan Goñi
 

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