Expatriarme de todas las patrias





Me cuesta abstraerme, olvidarme de lo que está ocurriendo a mi alrededor y contarte las cosas que pasan en Tu Casa. Ayer conecté en directo con una webcam en Gaza. Mientras retumbaban en la noche las explosiones por doquier, mientras el cielo se iluminaba con las bengalas y las detonaciones, mientras ululaban las sirenas de las ambulancias (¿a dónde escapan las ambulancias de Gaza?), mientras tableteaban las ametralladoras, se oía el canto de un gallo y el ladrido de algunos perros. Ante al apocalipsis programado llevado a cabo con la frialdad de un sanguinario carnicero, esos sonidos tan acostumbrados, tan familiares para mí lograron erizarme el pelo de la nuca. El infierno ante mis ojos, incesante, cotidiano. Doscientos cincuenta muertos, siete de cada diez civiles; niños desmembrados mientras jugaban en la playa junto a un mar que es el mismo ante el que hoy se tuestan al sol orondos turistas en las costas de Cataluña, de Valencia, de Andalucía…; familias enteras abatidas bajo el fuego diabólico; más de millón y medio de vidas atrapadas, cercadas por muros, alambradas y minas; aisladas; envueltas en el atroz abrazo de muerte, miseria, desamparo. El Mundo mira hacia otro lado, avergonzado. La Humanidad entera humillada ante su pasividad. La violencia es la deshonra, el desprecio y el ultraje a nuestra condición de personas, de Hijos del Bosque. La barbarie es siempre un síntoma de cobardía, y no hay mayor cobarde que aquel que bombardea una ciudad sitiada, a una población abandonada al aleatorio azar del asesinato a distancia. Todos los ejércitos son emblemas a la cobardía. Todos los ejércitos, sin excepción, matan bajo la bandera de la vergüenza, de la indecencia, del más cruel cinismo. Insolentes y groseros, inhumanos sanguinarios, repugnantes vestidos de uniforme, a la orden de un monstruo que, a salvo en su bunker, mueve las fichas del tablero con la indiferencia aberrante  de un engendro sin corazón. Todas, absolutamente todas las banderas son espantajos que salpican sangre inocente. Yo reniego de todas ellas, sin excepción, excepto quizá de esta: http://navarra-al-natural.blogspot.com.es/2012/07/mi-bandera.html

Twitter sigue escupiendo noticias sobre el avión derribado sobre Ucrania. De nuevo la miseria y la cobardía, de nuevo los inocentes masacrados, de nuevo el implacable y perverso reverso de otra bandera. Los desalmados son condecorados en este mundo odioso y brutal. Me gustaría irme, expatriarme de todas las patrias y no volver.

Expatriarme de todas las patrias, excepto de mi patria, que es el Bosque, que son todos los bosques del Mundo. Reunirme bajo la arboleda con mis compatriotas, los pacíficos Hijos del Bosque, pacifistas sin raza, sin bandera, sin credo ni doctrina, porque bajo la cúpula verde e impoluta de Tu Casa todos somos iguales, todos somos Hijos Curiosos del Bosque, hermanos de los árboles que nos bajamos de ellos para verlos mejor.

Ayer, entre tanto fracaso y ruina, perdido entre tanto descalabro, me perdí entre los senderos de un Bertiz inocente y honesto. Y allí, bajo sus ciclópeos patriarcas, nacía un pequeño roble entre los musgos. Me quedé mirando aquel milagro de vida, absorto ante la belleza del comienzo de la vida de uno de los seres más venerables que conozco. Limpio y honorable, íntegramente bueno, un quijote soñador y generoso nace en las profundidades de Mi Casa. Y no sé por qué, se erizaron los pelos de mi nuca. Y no sé por qué, lloré en silencio tanta devastación, y a la vez, tanta buenaventura. 

Juan Goñi

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