Haré como los árboles.




 A veces soy alma enamorada, como tú te enamoras en primavera, del viento suave y de los trinos, y saco mis hojas al sol, y acepto tus caricias cálidas que hoy apenas recuerdo. 

A veces soy fértil y aposento nidos en mis ramas. Y nacen aleteos, y tañidos, y canciones silbadas entre los peciolos y las brozas, entre mis troncos, entre mis cepas y sarmientos. Y deseo amaneceres y mediodías, y ocasos y noches porque  estoy en el mundo y todo me deleita.

A veces soy otoño en tus ramas y desvíos, y me hundo libre y deliberadamente en los matices de la melancolía, naufrago en la nostalgia y quemo mis naves para nunca más volver. 

A veces soy invierno, desnudo y acatarrado, suspendido en el tiempo y holgazán, pensativo. Se me viene el miedo en bandadas, como hormigas de desasosiego que me suben por todas las cortezas mojadas; por todas las certezas apagadas y marchitas. El meollo se me cae y te olvido. Se me ahogan los conductos, se me atascan las acequias y la vida es una soga amarrada al cuello, una soga que aprieta fuerte. 

A veces resurjo de mis raíces empujando, y me levanto a la vez que el sol, ansioso por ver el mundo desde arriba. Y entonces pesa poco mi sustancia, y cargo con ella sin lastre ni cansancio. 

Hay veces, pocas, en las que pierdo pie y me resbalo. Y no hay ya suelo ni tierra a la que sujetarme. Y escarbo y no te encuentro. Y me quebranto y me desmayo, y un terremoto inmóvil vacía mis ramas y desgarra mis raíces. Aterrorizado, no sé hasta dónde me lleva este declive, y no tengo brazos para parar la caída. Y me derrumbo con mis musgos y mis aves, y mis canciones se transforman en aullidos que se me estancan en las gargantas de mil bocas desnutridas. Y trato de no caer sobre mi estirpe. Pero caigo; sin dominio, sin mando y sin gobierno.

Hay veces que reposo, derrotado pero libre, caído entre la hojarasca de mil otoños por llegar. Y me dejo decorar de verde, y se me suben las setas por la cara y por las manos quietas. Soy refugio de caracoles, soy árbol muerto que vive en las entrañas. Soy cadáver longevo de un gigante con pies de barro. Soy silencio eterno, sin distracción. Soy máscara inmóvil a la que le late el corazón demasiado fuerte. La savia se me escurre por los ojos y por los poros, hemorragia sin fin para un final que no lo es pero que a menudo lo parece. No se sujeta el sol y se me cae a los pies de mis horizontes infinitos. Y ya no hay ni bosques ni estirpes ni trinos. Solo el tiempo que gobierna y transcurre y va pudriéndolo todo. Y entonces quisiera ser solo tierra, volver a ser solo tierra olvidada y profunda.

Soy todas las vidas de un árbol. Pero se me perdió la primavera. Quizá anduve derrochando.

Ayer estuve escudriñando el viejo y ajado calendario malogrado. Y el año se acaba este año. 

Volveré al principio. Eso al menos es lo que hacen los árboles. 

Juan Goñi

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