Dicen los astrónomos que faltan unos
pocos minutos para que salga el primer sol del invierno. Hoy, dicen, el día se
levantará un poquito más desde el horizonte. Imperceptiblemente. El tren que es
mi vida pega dos bocinazos insípidos y continúa deslizándose por los raíles
grises de esta primera mañana del invierno. El paisaje congelado vuela a mi
lado, y yo apoyo la frente en el vidrio frio mientras al otro lado cantan
alondras y despierta el paisaje adormecido. A veces el tiempo corre tanto que marea.
No me gustan estas fechas.
Demasiados muertos en los armarios, demasiada gente en las tiendas, demasiado
frio dentro, demasiado tropel que va y viene. La calma que pregonan los anuncios
¡es tan falsa! El turrón es de oferta y el árbol es de plástico. Ya no me
engañan. Ya no cuela.
Hoy cientos de miles de “Marias”
preñadas recorren la ciudad en busca de un cajero donde parir, o navegan
ateridas en pateras a la deriva, o agonizan en un sucio hospital de Conakry,
vomitando sangre mientras el ébola o la malaria se las come por dentro. Hoy
cientos de miles de “Niños Jesús” vociferan sus últimas lágrimas ante los
pechos secos, ante el frio reinante, ante una vida que se les escapa sin remedio.
Hoy millones de “Josés” esperan la oportunidad para saltar vallas, para cruzar
fronteras, o empuñan armas asesinas, o degüellan a un hombre ante la cámara.
Hay demasiados Herodes y muy pocos inocentes. Y los Reyes Magos van y vienen,
del cajero a las rebajas, de la promesa al trullo, metidos en el sucio atasco
donde se insultan, donde se grazna y se rebuzna “hijo de puta” al de delante.
En Niño quiere una "Play", el reno
es de peluche y la estrella de mentira. Papá Noel es un repelente invento de la
Coca Cola. Los villancicos los canta un Frank Sinatra muerto desde Las Vegas y
los niños no saben que es una zambomba. Los marranos salen en la tele
disfrazados, con traje y corbata, y lo
de la Lotería es ficción porque en el bar del barrio ya no conocen ni a la
madre que los parió. Al buey y a la mula los molieron a palos hace tiempo.
Así que no te voy a desear Feliz
Navidad… nada de eso. Porque si esto es Navidad, entonces no es Feliz. Y si es
Feliz, entonces no es esta Navidad.
Pero si voy a desearte que
encuentres calor allí donde te encuentres. Que consigas arrinconar durante un
momento tanta inmundicia y vuelvas a volar libre por los recuerdos. Que si
quieres, dejes escapar una leve lágrima de nostalgia. Que te emborraches de
esperanza. Que comas y bebas familia; que te alegres de volver a ver a los que
vuelven y que no eches demasiado en falta a los que te falten. Que empines la bota de la Vida y la aprietes
fuerte, y que te trinques sin recato todos los tragos y todos los momentos. Que
seas feliz sin ignorancia, valiente sin estupidez, manirroto en tus abrazos (pero
abrazos largos y sólidos, que dé tiempo a saborearlos, que no sean un “aquí te
pillo, aquí te mato”). Que no te engañen y que no te dejes engañar, y que
busques el corazón de las personas detrás de tanto perfume y tanta ropa nueva. Que
cantes aunque sea en silencio, el villancico que más te guste, o esa canción de
los Stones que tanto te pone, o lo que sea que te guste cantar. Que se te
llenen los ojos de buenos deseos, que se
te ahogue el corazón en gratitud y que todo el que te rodea lo vea y lo
aprecie. Y que todo esto te dure… hasta abril… o más allá.
De corazón, amigo, amiga, un
abrazo de esos largos y fuertes, y mis mejores deseos para ahora y para
siempre.
Juan Goñi
Hola Juan, soy un Javier, no importa cual. Estaba leyendo tus palabras y a la vez te escuchaba, como el que lee en voz alta. Era tu voz la que daba cuerpo, vida y calor a todas las cosas que has dicho, y que yo no he leído, sino que he sentido. Gracias por compartir lo que sientes, porque te aseguro que nos haces mejores.
ResponderEliminar