Hay flores de hielo en las alambradas crueles; hay dulzura
hasta en las almas desalmadas. Hay polvos de talco, azules como el cielo,
esparcidos por los prados congelados. Hay, solo a veces, horas de sol y nubes blancas. Hay filos
cortantes en el viento, y silencio en los aromas. Hay ovejas humeantes, y
brumas, y chimeneas que le hacen señales de humo a la calma de la mañana. Hay soledades
en la mirada que busca. Hay ternura hasta en el frío. Las prisas se helaron, y
la vida, temblorosa, continúa. Pasos amoratados, gélidos los alientos del
mundo, frígido como siempre el crudo corazón de la ciudad, indiferente hasta al
invierno. Hay eternos ocasos que duran el día entero y estalactitas de hielo en
las orillas del bosque. Hay petirrojos por doquier, tan cálidos, como refuerzos,
como soportes. Y milanos que silban a la brisa de la aurora. Hay amparo para el
alma emboscada, que entiende lo que pasa… lo que le pasa.
Es invierno. Así de fácil. Y hay que buscar los cimientos
bajo la escarcha del alba, bajo la hojarasca otoñal, bajo el babero ardiente de
mi amado petirrojo, bajo el impresionante silencio, a veces sepulcral, a veces misterioso, siempre profundo, de los asombrosos
espacios del bosque.
Juan Goñi
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