Cuando el frio arrecia, cientos de miles de
avefrías (Vanellus vanellus), quizá millones, venidas de toda Europa, se
instalan en nuestras estepas y praderas, cobijándose en Iberia de las
extremas condiciones del Gran Norte. Quizá una de las aves más elegantes
de nuestra fauna, el avefría se alimenta fundamentalmente de pequeños
invertebrados como lombrices o larvas de insectos. Su observación es
sencilla con los fríos invernales, adornando con su preciosa estampa las
cercanías de charcas y lodazales. Pese a que se detecta un acusado
declive en su población, es una ave cinegética, esto es, se puede cazar
en este país de pocos escrúpulos e insensible a la belleza natural. Y
esa es solo una de sus amenazas, junto con la modificación del hábitat,
el envenenamiento por pesticidas o fertilizantes, el drenado de áreas
encharcadas o la excesiva carga ganadera en sus lugares de cría. La
bella avefría sigue todavía hoy deleitándonos con su vuelo lento, como
el de una mariposa, sigue sorprendiéndonos con sus largos
desplazamientos de miles de kilómetros, siempre cerca del frio, siempre
huyendo de él. Siguen mis prismáticos su vuelo errante de blanco y
negro, siguen mis oídos su reclamo característico, sigue el avefría
adornando el cielo y el suelo con su silueta de elegancia,
desafortunadamente no sabemos por cuánto tiempo.
Juan Goñi
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