Ya casi hemos llegado


Hay días en los que de pronto todo se acelera. La vida pega un empujón y te deja sin equilibrio, sin estabilidad. Hay momentos en los que hay que pasar página, y la ignorancia de lo que vendrá te acelera el corazón, ansioso y un poco asustado. Hay cambios para hacer, senderos que abandonar, luchas que empezar y rutinas que cambiar. Y en esos momentos la vida va más deprisa que de costumbre. Y en esos momentos estamos. En días como estos me gusta subir a mis miradores favoritos, a aquellos desde los que el mundo se divisa desde arriba, a esos lugares donde todo parece pequeño y lejano, donde uno es consciente de su propio papel. Y una vez arriba me gusta sentarme a observar como el sol desaparece tras las montañas, como los colores se van desdibujando, enfriándose cada vez más, convirtiendo el paisaje en contornos de azul. Cómo los pueblecitos y los caseríos van encendiendo sus luces, como los pájaros van acallando su voz y como en el viento viene volando el silencio que precede a la oscuridad de la noche plácida. Y es aquí donde uno comprende que nada es inmutable en el mundo ni en la vida, y que pese a todo, el sol saldrá cada mañana, diferente e igual, arrancando hojas en el calendario, acercándonos un poco más a donde decidimos ir, si es que la vida, a veces cruel, nos permite decidir algo. El sol hace minutos que desapareció, los petirrojos entonan sus últimas estrofas, el cielo se va apagando y en el horizonte asoma Venus. Mañana será otro día, hoy estamos más cerca aún, la primavera asoma por el horizonte y mi alma se aquieta y tranquiliza. Ya casi hemos llegado.

Juan Goñi

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