El Chochín, diez gramos de vitalidad impetuosa.

Chochín - Txepetxa - Troglodytes troglodytes (Javier Aizcorbe)

Uno de los más pequeños pajarillos que pueblan los paisajes que me rodean y me alimentan, el chochín (Txepetxa – Troglodytes troglodytes) casi ha conseguido sacar su pollada adelante en días como este. Su diminuto tamaño (9.5 cm.) su color pardo rojizo, aparentemente brillante cuando se le ve desde lejos, y sobre todo su pequeña cola siempre vertical, son rasgos suficientes para una identificación segura.

Su canto consiste en una ráfaga de notas agudas, vehemente y muy sonoro; nadie diría que un pajarillo tan pequeño puede hacer “tanto ruido”. Es increíble la vivacidad de esta pequeña ave, se mueve constantemente entre los arbustos como si fuera un ratón, parando solo unos segundos en lo alto de una mata para soltar su canto potente y nítido. Durante todo el año podemos escucharlo cantar, aunque desde luego se prodiga mucho más a partir de febrero y durante toda la primavera.

Se alimenta de insectos, a los que busca sin descanso entre las hojas de los arbustos, removiendo hojarasca y musgos, con la cola en un característico ángulo recto. Ha hecho su nido aprovechando un viejo nido de golondrina o avión común, o en el tejadillo de una casa de campo, o incluso aprovechando el bolsillo de una vieja chaqueta olvidada en una borda abandonada. Muy cercano y familiar al Ser Humano, por desgracia es tan habitual como desconocido para la mayoría de nosotros.

Su aparente simpatía no parece adecuarse a su verdadera personalidad, dicen los expertos que son pendencieros y egoístas; a mí me cuesta mucho creerlo. Los he visto compartir cajas nido durante las heladas noches de invierno. Hasta 46 de estos pequeños trasgos del bosque se amontonan en su interior para darse calor mutuamente y no perecer congelados.

Es una lástima que incluso las aves más comunes y abundantes, más cercanas a nosotros, sean totalmente desconocidas para esta Sociedad que parece que siempre tiene lugares mejores a los que mirar. Nuestros hijos conocen perfectamente el nombre y filiación de todo tipo de monstruos televisivos, pero nunca han oído hablar de las aves que les rodean; algo estamos haciendo mal si muy pocos de ellos han disfrutado de la observación de este prodigio natural, de estos diez gramos de vivacidad concentrada, de estos nueve centímetros de energía vital impetuosa y sorprendente.

La foto es de mi amigo Javier Aizcorbe, un santanderino de apellido navarro con el que comparto la pasión por las aves y una emoción conmocionada ante nuestra vieja, herida, maravillosa y amada Madre Tierra y sus incontables habitantes.
Conocer para respetar,
respetar para amar,
amar para defender.

Texto: Juan Goñi

0 comentarios:

Publicar un comentario