Robledal de Jaunsarats, en Basaburúa Mayor (Navarra)
Mucho se habla de la belleza del
otoño en los hayedos. Bien es cierto que el hayedo es un bosque espectacular en
esta época del año. No obstante, si me dejas elegir, te diré que es el roble el
que en mi opinión construye las arboledas más bellas, mágicas y misteriosas.
Los últimos robledales maduros de Ultzama, de Basaburúa Mayor, de Xareta o de
la Sakana conjugan en estos días tantos y tantos colores como quepan en tu
imaginación.
En la foto, el robledal de
Jaunsarats, un lugar de una belleza indescriptible.
No en vano, ha sido el roble el
rey del bosque para la mayoría de las culturas de Europa y de gran parte del
resto del Mundo. Los romanos consideraban que en él habitaba Marte, Dios de la
Guerra y de la Fuerza; los hindúes consideran que el cielo es sujetado por
robles y que el día que cortemos el último de ellos, el cielo caerá sobre
nosotros provocando el fin de los tiempos. Los celtas lo adoraban de mil
maneras, y bajo las copas de estos gigantes se celebraban multitud de ritos
relacionados con la Naturaleza. Los egipcios, los chinos, gran parte de las
tribus de los indios americanos son otras de las culturas que adoraron al roble
o a sus hermanos del género Quercus (encinas,
alcornoques, coscojas, quejigos… en definitiva todos aquellos árboles que dan
como fruto la bellota). Los vascones, los astures, los gallegos y la mayoría de
las culturas de la Península Ibérica también consideraron desde antiguo a este
árbol como el más sagrado del bosque.
Pasear por las soledades de estos
bosques encantados es un milagro para los sentidos. Parecen esconderse a tu paso
trasgos, gnomos y elfos, hadas encantadas o enormes pastores de árboles habitan
estos lugares de magia y de paz. Los escasos robledales bien conservados que nos
quedan son, además de unos lugares de inmensa riqueza en biodiversidad, parte
de nuestra cultura, cuna de las leyendas que alimentan nuestro pasado, hogar y
templo de nuestros ancestros.
Roble majestuoso y milenario, que
ahora te ruborizas y tímidamente dejas caer tus hojas, que unes los tres Mundos
con tu cuerpo gigantesco, que enlazas el Tiempo pasado y el Futuro… ¿hasta
cuando aguantarás nuestra codicia?
Juan Goñi
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