Amanece en Narbarte el día de Navidad.
Al menos desde el Neolítico la
Humanidad ha celebrado el solsticio de invierno. Dejan buena constancia de ello
por ejemplo las construcciones neolíticas de Stonehenge en Inglaterra o Nueva
Grange en Irlanda. Los ejes de dichos monumentos megalíticos están
cuidadosamente alineados a la salida del Sol en el solsticio de invierno.
Los romanos (fiesta del "Natalis Solis Invicti" o "Nacimiento del Sol invicto"),
los germanos (nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y
la fertilidad, origen de la tradición del árbol de Navidad), los mexicas (advenimiento
de Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra), los incas (renacimiento de Inti
o el dios Sol, la fiesta era llamada Cápac Raymi o Fiesta del sol poderoso), los japoneses (resurgimiento
de Amaterasu o Amateras, la diosa del sol de la mitología japonesa), y así
sucesivamente en un listado que incluiría la mayoría de las culturas del
hemisferio norte, han celebrado desde tiempos inmemoriales el solsticio. No por
casualidad, la Iglesia eligió estas fechas para celebrar el Nacimiento de
Jesús, la Navidad.
Ahora celebramos el nacimiento de
un nuevo Sol, que resucita de la muerte
relativa que ha tenido lugar durante tres días, desde el 21 hasta el 24 de
diciembre, en los cuales el día apenas gana unos segundos a la noche. A partir
del 25 de diciembre los días empiezan a ser notoriamente más largos en un
proceso que nos llevará hasta la noche de San Juan, allí por el 24 de junio, día
en que conmemoramos el solsticio de verano.
Sale el sol sigiloso esta mañana
del día de Navidad. La mañana es especialmente tranquila y el pueblo duerme
todavía mientras la luz del amanecer pinta de amarillo las cimas de los montes
que rodean los caseríos. Cantan los carboneros entre las zarzas, crepitan los
petirrojos por doquier, y en la lejanía se escuchan los ladridos de un perro y
un cencerro campanea en los altos. Amanece un nuevo día, un poco más fuerte que
ayer, un poco más nuevo, en el eterno baile de la Tierra en torno al Sol. La
Naturaleza es consciente de ello, pronto empezarán los primeros amores en el
cielo, y buitres, búhos o cárabos empezarán su ciclo reproductivo. La mirada del
Mundo ya está puesta en el Futuro, dejando atrás las nostalgias otoñales. Ahora
toca sobrevivir al invierno hostil, aguantar hasta la Primavera que crece ya en
el horizonte. Imperceptiblemente.
Juan Goñi
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