Abrazar los árboles



Abracé al árbol con cariño,
como quien lo despierta.
Después con más fuerza, fusionándome.

Los pies en las raíces,
rostro, pecho, vientre, y piernas
pegados a su tronco,
lo abrazaba tiernamente
con las palmas abiertas.

Sentí mi propia respiración.
Tomé pulso de mi sangre
para sintonizar con la sangre del árbol.
Se fueron transformando
mis cabellos en hojas,
en tronco mi cintura, los brazos en ramaje,
mis pies en entrañadas raíces.
Y sentí por todo mí ser
una energía bienhechora
que ascendía por la tierra,
que bajaba de los cielos.

De repente
dejé de sentir mi yo:
y fui árbol, sólo árbol,
pura energía cósmica…

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