Mis memorias han de caer de mis pupilas.



Subiendo al Alto de Orokieta, 
en Basaburua Menor, Navarra-Nafarroa.
Foto de Ángel Villalba

Los recuerdos, como las hojas de otoño, palidecen en estas fechas, amarillean y caen. Me gustaría guardarlos todos, lozanos y verdes, pero, como el roble, soy árbol de hoja caduca. Se me caen los recuerdos a los pies, llenos de colores y de ausencias, dejándome desnudo ante el acecho del frio del invierno, de sus nieves y de sus largas noches. Allí las largas tardes de junio y los calores de agosto, un poco más lejos las copiosas lluvias de abril, las primeras flores de marzo, los rigores de febrero. Aquí abajo, junto a mis pies, los bosques ardientes de ahora mismo, la fragancia a castañas asadas y a tierra mojada, las tardes mojadas de un octubre que ya se fue, que se acaba de ir.

Ahora mis memorias han de caer de mis pupilas. Los recuerdos, para serlo, han de ser primero olvidados. Se depositan en mis raíces y allí mueren poco a poco. Allí se deshacen, se descomponen en pequeñas partículas: un aroma, un abrazo, un paisaje, un amigo, un sabor, una melodía susurrada… Se convierten en tierra a la que se aferran mis raíces, dejan de ser para ser sustento de mí mismo. Finalmente esas minúsculas gotas de tiempo hecho trizas serán absorbidas por mis raíces, incorporadas a mí misma esencia; serán a partir de ahora mi subsistencia y mi fundamento.

No debería entristecerme al despojarme de tantas evocaciones. Ellas también han de sucumbir al duro invierno. Pero no puedo evitarlo…

Aquí a mi lado, desperdigadas por el suelo frio, descansan tantas y tantas memorias, tantas nostalgias, sugerencias, presencias y resonancias… Mis ramas ya casi desnudas y solitarias, se saben avocadas a la noche del invierno. Y mis raíces, abrigadas por la hojarasca recién depositada, se abandonan  ensimismadas y silenciosas a las nostalgias de otros tiempos. La savia que es mi vida desciende a la cepa, al rizoma. Abandona ramas moribundas y se refugia en lo más profundo de mi esqueleto. Ya soy solo armazón, solo osamenta y apoyo, mientras mi vida entera aparece ahora desperdigada, derramada entre mis botas húmedas de otoño, sembrando el futuro de otros soles.
Juan Goñi

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