El monstruo me miraba desde las
cuencas vacías de sus ojos amarillos. Su osamenta asomaba desde la hojarasca
entre mil reflejos de bronce. La sonrisa vacía, la mueca inerte, la expresión
feroz, sucumbida, terminada, ajusticiada. Fósil de madera muerta, reliquia
imaginada, antediluviana y seca, que se asoma al presente desde un pasado
inventado.
El bosque calla y aguarda. Se
están fraguando mil milagros, se está fabricando la primavera en los laboratorios
del Bosque. Se limpian los arsenales de la Vida, los paritorios y las escuelas.
Artistas y artesanos se afanan bajo el manto de hojas; los forjadores de
esperanza no descansan en las charcas, en los lodazales, en las alturas del
cielo o en las profundidades de las cárcavas Los sepulcros se tornan en
guarderías y parvularios. Se precipitan los sortilegios en el silencio de las
arboledas que dormitan. Lo importante, lo basal ocurre ahora, en las tardes sin
tiempo de un enero que se siente abatido.
Ya flotan las puestas de las
ranas bermejas en los charcos y en los estanques ateridos. Ya amanecen las
buitreras invadidas de amoríos. Ya nació el osezno en la profunda gruta
montaraz. El Gran Duque incuba su nidada en el risco inaccesible. Y hoy
despertó la primera prímula bajo el acebo pintarrajeado de rojo.
El invierno simula silencios y se
envuelve en el falso disfraz de la quietud. Aparenta pasividad, inacción,
indecisión, pero finge. El paseante distraído pasea paseando su paseo, y se
deja embaucar por los sigilos. La tregua es solo un disimulo en las mudas
soledades de tu bosque. En la arboleda, que se muestra petrificada, se ocultan
los inventores de la primavera, los compositores de las sinfonías que se oirán
en los amaneceres de mayo, los progenitores de los colores de las flores y los
fundadores del nuevo linaje de Hijos del Bosque.
En el suave paseo del paseante los
relicarios y sus cenizas retornan a la vida. Las antiguallas ya se fueron, y ya
solo queda espacio para lo nuevo. Lo insólito es que aún nos parezca extraño lo
inesperado, porque siempre supimos que más allá de las nieves siempre nos aguardó
la primavera.
Juan Goñi
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